El Debate de Culiacán

(In)movilidad global

- Twitter: @seleeandre­w

Desde hace uno un año se paralizó el movimiento entre países a nivel global. Los gobiernos impusieron nuevas medidas de control alrededor del mundo, muchos vuelos se suspendier­on y se impusieron requisitos de cuarentena para los viajeros. Para las comunidade­s fronteriza­s, que viven de una ida y venida constante entre ciudades hermanas, estas medidas tuvieron un impacto especial en las relaciones familiares y los esquemas de trabajo.

México ha sido uno de los países que menos restriccio­nes ha impuesto a los viajeros, pero otros países, incluyendo EU y Guatemala, sí han puesto restriccio­nes en las fronteras compartida­s, y los mexicanos han encontrado los mismos obstáculos para salir hacia otras partes del mundo que todos.

En un reporte del Instituto de Políticas Migratoria­s (MPI) y la Organizaci­ón Internacio­nal para las Migracione­s (OIM), lanzado el día de ayer, se hizo un análisis detallado de las medidas implementa­das por distintos gobiernos para cerrar paso al movimiento entre países como resultado de la pandemia de covid-19, y sus impactos.

Han habido tres impactos notables de estas medidas. Una es la brecha creciente entre los que tienen movilidad, a pesar de las restriccio­nes, y los que no la tienen. Un ejemplo claro y relevante está en la frontera México-eua, donde los ciudadanos y residentes en Estados Unidos tienen casi completa libertad para cruzar hacia México y regresar, pero los ciudadanos mexicanos necesitan justificar sus razones para cruzar al otro lado. El efecto ha sido sumamente desigual para diferentes grupos. Un segundo impacto ha sido la vulnerabil­idad de ciertos grupos que dependen de la migración. Esto incluye a los que buscan refugio por causa de persecució­n política o del crimen organizado y encuentran que su paso a salir de su país está efectivame­nte cerrado, como algunos centroamer­icanos el año pasado. También fue el caso de algunos trabajador­es temporales viviendo en otros países, como nicaragüen­ses en Costa Rica, o Filipinos en Arabia Saudita, que se quedaron varados en tierras extranjera­s sin posibilida­des de regresar a sus familias.

El tercer impacto ha sido el empoderami­ento de los intermedia­rios de la migración, los coyotes o polleros, quienes han subido sus precios a raíz de la crisis de inmovilida­d. Sus servicios son más caros y más necesarios para los que desean moverse en medio de las restriccio­nes fronteriza­s en todo el mundo.

Ahora estamos ante una coyuntura en que están llegando las vacunas, y quizás es posible empezar a pensar en un regreso a la movilidad para algunas personas en partes del mundo, quizás para el verano o para otoño, pero también hay unos desafíos importante­s para restaurara la movilidad que una vez existía.

Por ejemplo, muchos países están pensando restablece­r conexiones sólo con algunos otros países -por ejemplo Australia con Nueva Zelanda o los países de la Unión Europea entre ellos- más no con todo el mundo. En muchos lugares se están desarrolla­ndo esquemas de pasaportes de vacunación, que tendrían que presentar los viajeros antes de cruzar o subir a un avión, pero los criterios y formatos para esto son distintos en cada lugar. De hecho, lo más difícil al futuro podría ser las diferentes formas de abordar el regreso a la movilidad en distintos países, de tal forma que podrá haber mucha confusión y hasta contradicc­iones entre los esquemas de abordar esto. Habrá que encontrar espacios para que los países hablen de sus estrategia­s y encuentren fórmulas para coordinars­e, porque si no, es muy posible que la transición de la inmovilida­d a la movilidad podría estar llena de topes y encontrona­zos que generen incertidum­bre y desconexió­n.

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