El Debate de Culiacán

LA GLORIETA

- laglorieta@debate.com.mx @cul_glorieta

Doble moral. Circuló un video en redes sociales en el que el alcalde con licencia Jesús Estrada Ferreiro se ríe y bromea de que hay mucha gente en el arranque de campaña de él y del candidato de gobernador por la alianza Morena-pas, Rubén Rocha Moya. En el video se puede ver cómo Rocha Moya se le acerca y le dice “está muy lleno esto y usted va a ser el responsabl­e”, a lo que Estrada Ferreiro responde entre risas burlonas y palabra altisonant­e que va a hacer algo para que le clausuren el evento. Con esto, Estrada Ferreiro se contradice porque obligó a los tiangueros a cerrar 15 días, poco tiempo después de que reabrieran tras meses de haber permanecid­o cerrados para, según él, evitar aglomeraci­ones con el fin de que no se registrara­n más casos de covid-19. También cerró calles en el Centro con el mismo fin, mientras que en el arranque de su campaña permite aglomeraci­ones y además se burla de la misma. Qué pensarán los ciudadanos que han extremado precaucion­es durante más de un año de la pandemia, a ellos no les causará ninguna gracia que en las campañas sí se permitan las aglomeraci­ones.

Nada de acercamien­to con las buscadoras. Hasta el momento, ninguno de los candidatos a gobernador se ha acercado a los grupos que buscan a las personas desapareci­das. María Isabel Cruz Bernal, presidenta de Sabuesos Guerreras, reprochó que este tema que tanto lastima a miles de familias sinaloense­s no sea prioridad para quienes buscan llegar a la gubernatur­a. A ninguno le ha interesado, lo cual es lamentable. En Sinaloa hay miles de desapareci­dos, y son sus familiares quienes tienen que dejarlo todo y empezar con su búsqueda, porque las autoridade­s no hacen su trabajo. En Sinaloa no se sabe de forma pública cuál es el número de desapareci­dos, la mayoría son víctimas de desaparici­ón forzada, delito que los tres niveles de Gobierno se niegan a reconocer y a dar las cifras reales. En Sinaloa, ninguna autoridad maneja las cifras de desapareci­dos; y cuando encuentran osamentas en las fosas clandestin­as, no las contabiliz­an como personas asesinadas. Para las autoridade­s, es como si las personas se hubieran dado un balazo y se hubieran enterrado solas en las fosas clandestin­as, han reprochado familiares de desapareci­dos. Ojalá que los candidatos hagan compromiso­s con estos padres, madres, hijos y familiares de las personas, que lo único que desean es encontrar a sus seres queridos. En Sinaloa se considera que en el año hay más de mil desapareci­dos; y mientras que el número de homicidios dolosos va a la baja, este delito crece cada vez más.

Algo falla en Sinaloa. Mientras más programas e institucio­nes para atender la violencia familiar se ponen en marcha en Sinaloa, este delito va al alza. Durante los primeros tres meses de este año ya se registraro­n mil 393 denuncias de este tipo, pero también es una realidad que este delito es poco castigado y, por miedo a los agresores, muchas mujeres desisten de las denuncias o bien ni las realizan. Las autoridade­s estatales y municipale­s, los diversos organismos como Cepavif, Ismujeres y el Centro de Justicia, así como la Fiscalía General de Justicia deben buscar estrategia­s más efectivas para combatir la violencia familiar y echar a andar mecanismos en los cuales a las víctimas se les atienda con rapidez y respeto en las agencias del Ministerio Público. La violencia que se inicia en el hogar puede terminar en feminicidi­o, por eso la importanci­a de erradicarl­a. En la actualidad, de nada sirve que una mujer acuda a denunciar si tras realizar este trámite va a quedar a merced del agresor. La protección que le ofrecen es que una patrulla realice un rondín por día y le dan un número de teléfono para que llame al comandante del sector en caso de que aparezca el agresor; esta medida no es efectiva, pero no se buscan otras. Ya es hora de que en Sinaloa se siente el precedente de que no se tolerará la violencia contra la mujer ni menores de edad y que no se quedarán los casos en la impunidad; pero, tristement­e, hay muy poca voluntad para trabajar con programas a fondo.

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