La memoria
Se le conoce solo como capacidad de recordar, pero su definición y función va más allá de esa cualidad. A través de esa característica, el ser humano es capaz de rectificar, revivir y sobre todo reconstruir, de ser necesario. Es un don maravilloso, a veces solo usado como almacén de datos inservibles, pero también empleado como bodega de archivos edificantes. Recurso inapreciable de la infancia y de cualquier etapa de la vida, a veces es traicionera porque nos mete en callejones imaginarios de incomodidad o turbación, pero a la larga, siempre son más los beneficios obtenidos que los perjuicios subyacentes de esta herramienta natural. Hace tiempo se creía que era solo una la memoria, pero al parecer son varias las que se desarrollan en una especie de red fantástica infinita porque la memoria emocional, por ejemplo, actúa de manera distinta a la cognitiva, y aun cuando estamos en pañales, en el campo de su investigación cabe hacer la observación de que siempre nos ha permitido mantener en buen estado las necesidades básicas como especie: sobrevivencia, seguridad, reproducción y asociación. Hay memorias individuales, colectivas, sociales; pero ninguna se valora más que la capacidad de mantenernos con vida instantánea y automáticamente. No ocupamos oprimir ningún botón para que la memoria de la supervivencia se active y sin depender de la edad, condición social o raza, la memoria de seguir vivos nos acompaña en todo momento, siempre lista para activarse cuando se requiera. En estos días en que a veces parece absurdo lo que está ocurriendo o inmerecido lo que estamos sintiendo, es bueno recordar y utilizar nuestra memoria.