Los desafíos del PRI: ¿cambios cosméticos o de fondo?
Tras la debacle priista en las recientes elecciones, el Dip. Sergio Jacobo Gutiérrez, Coordinador del Grupo Parlamentario del PRI en el Congreso del Estado, declaró que aunque ese instituto político fue severamente castigado en las urnas, aún mantiene un importante capital político que lo hace seguir con vida, pero que se requiere con urgencia una renovación a fondo para recuperar los espacios perdidos. En sus señalamientos, el legislador reconoció que es necesario abrir el partido a la sociedad, democratizar su vida interna y hasta valorar si es necesario cambiarle de nombre y emblema. “No podemos caer en la parálisis y el inmovilismo, y hacer como que no ha pasado nada. Si el PRI no se reforma a fondo el futuro puede ser más desalentador”.
A estas primeras reflexiones se le suma la renuncia de su dirigente estatal, Jesús Valdés Palazuelos, quien sin muchas explicaciones decidió separarse de su cargo para, según lo dijo, atender asuntos de carácter personal y familiar. Inmediatamente a esta dimisión surgieron las voces de algunos actores políticos priistas que invitaban a su militancia a la autocrítica, a la reflexión y a no caer en señalamientos de culpabilidad que sólo propiciarían su divisionismo y debilitamiento.
La realidad es que esta parece ser la última llamada que tendrá el PRI para levantarse y seguir vigente en el escenario político. Lo más lamentable del caso es que ante el infortunio por el que atraviesa este instituto político, haya quienes (como algún exalcalde por ahí) sin ninguna autoridad moral y haciendo leña del árbol caído, dejan ver su desmedida ambición personal y pretendan erigirse en redentores, convocando a su militancia para emprender el rescate del partido.
La desafección política que se manifestó en la pasada elección (sólo votó la mitad de la lista nominal), si bien nos demostró que la gente sigue siendo apática al quehacer político, la mayor animadversión social se recargó hacia los partidos tradicionales como el PRI. El desgaste que este partido presenta hoy en día ha sido precisamente motivado por la forma en que se han conducido muchos de sus líderes y cuadros “distinguidos” , los cuales por décadas crearon una clase política elitista e inalcanzable, cuyos excesos fueron minando poco a poco la credibilidad de ese instituto político.
Por esa razón, más que cambios cosméticos y superfluos, lo que el PRI necesita en estos momentos es una renovación minuciosa de sus estructuras operativas y por consiguiente de su oferta electoral, a efecto de ir incorporando esos cuadros nuevos que por mucho tiempo han estado esperando que se dé ese relevo generacional, y que por más que se diga, la verdad es que nunca ha llegado.
Veremos qué pasa en los próximos días con las decisiones que se tomen al interior de este partido político. Veremos si por fin deciden darles las gracias a tantos personajes que, sin mucho ya que aportar, representan en cambio esa imagen del político rancio y oportunista que la gente ya identifica como cartuchos quemados. Veremos si deciden ponerle un alto a los cotos de poder y a la sobrevalorada prosapia política que suele premiar la consanguinidad por encima de la meritocracia. Veremos en pocas palabras si como lo sentenció Sergio Jacobo, el PRI decide democratizar su vida interna y abrir sus espacios para darle paso a un verdadero relevo generacional, uno que más allá de siglas y colores le demuestre al elector que no son más de lo mismo. El PRI como cualquier partido en el mundo, mantiene en su ideario político los fines más justos y nobles que podamos encontrar. Es siempre el factor humano el que tergiversa esos fines al buscar únicamente beneficios personales o grupales. Si el PRI en verdad desea refundarse y adaptarse a los nuevos tiempos, su primera tarea será la renovación de sus cuadros y de su estructura operativa. De hecho, lo ideal para este instituto político sería el realizar cambios desde la misma dirigencia nacional, pero para que estos tengan credibilidad, deben ser impulsados por voces con autoridad moral y no por aquellos como el cuestionadísimo exgobernador oaxaqueño Ulises Ruiz.
El pasado domingo 6 de junio, el elector decidió catapultar a Morena como ese nuevo partido hegemónico que tendrá, como en su momento lo tuvo el mismo PRI, todo el poder y las condiciones políticas para gobernar sin mayores obstáculos. Esperemos que se cumplan las promesas y que las decisiones, como lo anticipó el gobernador electo, Rubén Rocha Moya, se den en un marco de pluralidad democrática donde todas las voces sean escuchadas.