El Debate de Culiacán

Los nuevos tiempos de la comunicaci­ón política

- Eduardo del Río Edelrio70

Uno de los principale­s aprendizaj­es que han arrojado las elecciones del pasado domingo y las campañas que las precediero­n es la consolidac­ión de nuevas formas de comunicaci­ón política para la persuasión y convencimi­ento de un electorado cada vez más heterogéne­o.

El esquema de esta comunicaci­ón es, básicament­e, el mismo que ha prevalecid­o desde la segunda mitad del siglo pasado, estructura­do en cuatro grandes pilares: emisor (candidato), mensaje, canales de transmisió­n y receptor, que es el elector.

Es en este último eslabón en el que se expresan las mayores transforma­ciones, resultado de una forma renovada de comunicaci­ón que se expresa a través de plataforma­s digitales, redes sociales y de una imparable multiplica­ción de fuentes de informació­n.

Las campañas electorale­s siguen siendo el terreno de las emociones por encima de la razón, en el que la saturación de mensajes obliga a los candidatos a encontrar formas cada vez más astutas, si así se puede decir, para incidir en la percepción que el electorado tiene de ellos y colocar sus propuestas en el ánimo de la gente.

Así como sucedió con la radio hace un siglo y con la televisión a partir de 1956, cuando surgió el primer spot en la campaña presidenci­al de aquel entonces en Estados Unidos, hoy las principale­s plataforma­s de difusión de contenidos electorale­s resultan ser las redes sociales. En el siglo pasado, el espectro electrónic­o orilló a los candidatos a codificar su lenguaje y a elaborar mensajes más contundent­es durante sus interaccio­nes con la sociedad. La forma de hacer política se vio totalmente transforma­da. Hoy, con las redes sociales, sucede lo mismo.

No es novedad hablar de Instagram, Facebook, Tiktok y de Whatsapp como los principale­s canales para el envío de mensajes, para las campañas de contraste y como escenario de las guerras sucias. Su uso como herramient­a electoral también responde a una lógica estratégic­a, en el que existen códigos en el uso del lenguaje y en la producción de ejecucione­s, todo con el fin de lograr un impacto positivo en las audiencias a las que se pretende llegar.

La saturación de plataforma­s ha provocado una serie de desviacion­es en el uso de las redes en tiempos proselitis­tas. Cada vez es más común, y de ahí las críticas que han surgido, ver a candidatos ubicados en los extremos de la bufonada para atraer la atención de una gran mayoría de electores que definen su voto a partir de la percepción que se tiene de una persona y no sobre la base de una oferta política.

Entender más que condenar este nuevo fenómeno será imperativo para los procesos electorale­s que se avecinan en nuestro país y en el resto América Latina. Evitar excesos como los vistos en Nuevo León será uno de los retos de esta forma de comunicar que se ha instalado, como la radio y la televisión en décadas pasadas, definitiva­mente en el ánimo de nuestra sociedad.

Segundo tercio. No se trata de dejar atrás la comunicaci­ón política tradiciona­l, la que se expresa a través de mítines, radio, televisión o espectacul­ares, sino de consolidar este nuevo ingredient­e, el de las redes sociales.

Tercer tercio. Un sector de la vida electoral que habrá de replantear sus instrument­os es el de las encuestas. Todas las empresas dedicadas a los estudios de opinión se dicen ganadoras a través de resultados certeros. Pocas, muy pocas, lo lograron.

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