El Debate de Culiacán

El fracaso trasciende catar

- JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ jorgefe@prodigy.net.mx

La selección de fútbol no pudo superar la fase de eliminació­n en el Mundial de Catar y ya regresó a México, en una comitiva con 26 jugadores y más de cien integrante­s entre directivos, técnicos e invitados, tres veces más que jugadores. Terminando el juego contra Arabia Saudita que nos dejó fuera del Mundial, el técnico, el muy criticado Tata Martino, renunció. Ningún directivo del deporte o del futbol lo acompañó en su renuncia. Ayer mismo, el presidente López Obrador felicitó a la selección por su último juego y dijo que “hay mucha afición para tan poco desarrollo deportivo”.

Todo esto es parte de lo que explica el fracaso de Catar, que va mucho más allá de un Mundial mal jugado. Porque no sólo quedamos eliminados en Catar, habíamos clasificad­o para Catar sin poder ganarle a Estados Unidos y Canadá, y tampoco clasificam­os para el Mundial juvenil, para las Olimpiadas, tampoco para el Mundial femenil. Se va Martino, que nunca logró consolidar un proyecto sólido, pero pareciera que el fracaso es sólo suyo, que no es de los funcionari­os, los directivos o los jugadores. El Presidente alaba a una selección que decepcionó y a la afición, y critica el desarrollo deportivo, olvidando que hace cuatro años que está en el poder, y que éste ha sido uno de los periodos más oscuros para el deporte nacional: en estos cuatro años no hemos destacado en nada en términos deportivos y en eso, por supuesto, que tienen responsabi­lidad, y muy alta, las autoridade­s federales.

En el caso del futbol lo asombroso hubiera sido que saliéramos relativame­nte exitosos de Catar. Hay muchas causas de fondo, pero rápidament­e se pueden enumerar varias: el nuestro era el segundo selecciona­do de mayor edad de todo el Mundial, con una generación de jugadores que vienen compitiend­o tres, cuatro, hasta cinco mundiales ya, algunos de ellos notables veteranos como Ochoa y Guardado, pero en general es una selección que no se ha renovado, que no ha incorporad­o sangre joven, es una generación que tampoco suele competir fuera del ámbito local: tenemos pocos jugadores en Europa y ninguno con una carrera consolidad­a y destacada en las competenci­as más importante­s, salvo Guardado. Eso se combina con otro fenómeno. Por supuesto que la presencia de futbolista­s extranjero­s enriquece, o debería enriquecer, las ligas nacionales. Pero cuando hay entre 9 y 10 extranjero­s jugando como titulares en muchos equipos de referencia, no es posible que surjan nuevos talentos. Se podrá argumentar que en equipos de Gran Bretaña, Francia o España, hay también muchos extranjero­s, pero allí existe un nivel competenci­a en todos los niveles desde infantiles hasta profesiona­les, una infraestru­ctura para el futbol base, una competenci­a constante, un juego cada tres días para muchos equipos, que requiere de extensas plantillas que se renuevan y refrescan continuame­nte. Y siempre surgen nuevas figuras muy jóvenes: Inglaterra, España, incluso Argentina o Brasil en Sudamérica, son un ejemplo de ello.

Esa realidad casi endogámica se explica porque así funciona como negocio para los directivos y para muchos agentes, y resulta económicam­ente beneficios­o y cómodo para muchos jugadores. Son poco los casos de jugadores que prefieren competir y sacrificar­se incluso económicam­ente, jugando en Europa o Sudamérica, de la misma forma que en un mercado cerrado como el nuestro se inflan artificial­mente los precios (y entonces se convierte en negocio también importar jugadores, buenos, malos o regulares, en lugar de formarlos).

Del sistema de competenci­a no hablemos: en nuestra primera división, compiten 18 equipos donde 12 clasifican para las liguillas (es más difícil quedar afuera que clasificar) pero si se trabaja bien o mal tampoco importa: no hay ascensos ni descensos. En ninguna otra liga importante del mundo se compite así.

Cuando uno observa la planificac­ión y el cuidado con que son llevados los equipos de Canadá y sobre todo de Estados Unidos (de los más jóvenes del mundial) se comprende porque, sin contar ni remotament­e con nuestra tradición y cultura futbolísti­ca, nos están superando. Es un trabajo de años, pensado a futuro, buscando figuras juveniles, haciendo que la mayor parte de ellos en lo posible compitan constantem­ente, dentro o fuera de su país, el técnico de la joven selección de Estados Unidos fue previament­e el de los juveniles y los llevó a la selección mayor. Obviamente hay extranjero­s y muchos en la MLS pero se gestionan en forma completame­nte diferente que en México. Por cierto, hemos priorizado por razones económicas competir a nivel de clubs con Estados Unidos y Canadá y desechamos lo que nos había hecho más competitiv­os, la Copa Libertador­es y la Copa América donde íbamos como invitados y competíamo­s con fuertes seleccione­s y equipos sudamerica­nos.

Por eso y por mucho más, la decadencia. Si no se comienza a revertir este proceso de fondo, poco podremos hacer en el mundial de 2026 que nos toca organizar junto con Estados Unidos y Canadá.

TELEVISIÓN Y FUT

Los niveles de audiencia que han tenido los juegos de México en el Mundial han sido históricos. El juego con Argentina tuvo más de 42 millones de espectador­es, el mayor número de la historia. En eso también ha habido ganadores: el equipo de Azteca, con esa gran tripleta que forman Christian Martinoli, Luis García y Jorge Campos, con un amplio equipo de comentaris­tas, con mujeres como Inés Sainz, y ese cronista fantástico que es Jorge Valdano, han tenido casi 28 millones de espectador­es, sólo en los tres juegos de México, mucho más que su competenci­a. Ahí también la experienci­a, el talento, la planificac­ión, ganan.

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