El sol, la luna y sus transformaciones
Arriba, en lo alto del cielo, hay una bola gigante de fuego, cuyos movimientos organizan el tiempo en días y la luz que irradia es la responsable de la vida en la Tierra. Antiguamente visto como un dios al cual se le rendía culto para asegurar la continuidad del mundo, hoy la ciencia nos dice que el Sol es una estrella en el centro de un sistema planetario. Su existencia representa lo más primigenio de la naturaleza, una fuerza que no cambia: nos acompaña la certeza de que el Sol saldrá mañana para meterse al atardecer. Así sucedió ayer, el año pasado y hace 20 millones de años.
Es por eso que los eclipses son fascinantes. Representan alteraciones en algo aparentemente inamovible como los ciclos de la naturaleza. Su irregularidad, así como la confusión y el miedo que desatan, los vuelve depositarios de toda clase de supersticiones. Imagina no tener conocimientos astronómicos y notar una inusual luz a mitad del día, presenciar cómo progresivamente una desconcertante silueta merma la luz del sol hasta cubrirlo por completo, mientras los cielos se oscurecen. Por unos momentos no es de noche ni de día, ni atardecer ni amanecer. Y en el lugar que antes ocupaba el astro rey, ahora hay un ominoso anillo de fuego que confunde a las aves y los insectos y pone a rezar a las personas. Una danza que es a la vez un combate, una transformación y renovación de las fuerzas que dan sentido y orden a la vida. La observación a lo largo de décadas y siglos, así como los avances tecnológicos nos han brindado un entendimiento total y científico de estos fenómenos celestes, al punto de poder predecirlos a miles de años de distancia, conocer su duración y los mejores lugares para observarlos. Sin embargo, el asombro sigue tan intacto como siempre, como lo demuestra el hecho de que 70 mil personas de todo el mundo se reunieron en Mazatlán para observar el eclipse total anular del pasado 8 de abril.
El malecón estaba cerrado. Multitudes de personas caminaban por la playa, cada tanto poniéndose sus lentes especiales y mirando al cielo. Telescopios caseros y profesionales postrados en las banquetas. Gigantescas esculturas inspiradas en motivos solares y lunares decoraban el segundo malecón más largo del mundo. Pancartas, camisetas, letreros y espectaculares confirmaban que estábamos ante un evento único e irrepetible. Cientos de personas eufóricas, gritando y celebrando, recibiendo el eclipse más importante en 50 años. Y de pronto, el oscurecimiento de la luz. Esos momentos liminales, que se sintieron como una eternidad, en las que el tiempo y el espacio como lo conocemos cesaron de existir.
¿Qué efecto tienen los eclipses en las personas? Los defensores de la razón y el pensamiento científico dirán que ninguno, que simplemente se trata de un evento astronómico, una conjunción de dos astros que no tiene nada de mágico. Pero los videos, las fotografías y los memes que aún circulan dan cuenta de una conmoción generalizada. Estos eventos solo pasan dos o tres veces en la vida de una persona y ofrecen material para la reflexión. ¿Qué lecciones nos deja un Sol que se oscurece momentáneamente por la Luna, solo para volver renovado a continuar con el interminable ciclo de los días?