El Debate de Culiacán

Termina la pesadilla para los sobrevivie­ntes del autobús 1060, parten a sus hogares

Tras confirmar que su estado de salud es estable, en una ambulancia privada, autobús de pasajeros y un avión regresaron los últimos pasajeros a su destino, todos iban con fe y esperanza de olvidar un poco este trago amargo

- Yesenia López yesenia.lopez@debate.com.mx Momento en que las hermanas Durazo Villa abordan la ambulancia que las trasladarí­a a Hermosillo, Sonora.

Guamúchil. Un vínculo entre ellas es inquebrant­able. Ni la tragedia misma pudo separarlas, al contrario, las unió tanto que los ruegos de una, permitiero­n que se salvara la otra, para juntas renacer justo un día antes de su cumpleaños. Las hermanas Ana María, de 60, y Juanita, de 62, subieron al autobús Elite 1060, en Guadalajar­a, Jalisco, su destino era su hogar: su amado Hermosillo. Así como ellas, 24 personas más que procedían de diferentes puntos de la zona sur del país con rumbo al norte subieron a ese autobús sin imaginar la terrible historia que les tocaría vivir en el kilómetro 81, a la altura de las inmediacio­nes de la comunidad Acapulquit­o, en el municipio de Angostura.

Una prueba

Como de costumbre, siendo cómplices, las sonorenses venían entusiasma­das, no era para menos, las esperaban sus hijos y nietos, además el cumpleaños de Juanita estaba ya próximo y, como es tradición, tendría que ser festejado.

Sin embargo, kilómetros más adelante de la autopista Benito Juárez, su fe y su fuerza iban a ponerse a prueba.

Pero la fuerza divina, como dijo Juanita, les dio el valor y la luz para mantenerse más unidas.

“Recuerdo que mi hermana Ana María ya estaba abajo, había brincado, y aun cuando estaba adolorida y lesionada, estiraba su brazo, me daba la mano, me rogaba que yo saltara, veía muy alto, no me animaba, mi hermana lloraba, me suplicaba que por favor ya saltara, entonces, a dos pasos de mí, vi el fuego, el temor se apoderó de mí, siempre uso falda y sentía cerca el fuego, sabía que pronto mi falda ardería”.

Fue en ese momento que cerró sus ojos, y al abrirlos, justo encima de ella vio una imagen celestial, era la indicación precisa, debía saltar a como diera lugar y salvar su vida.

Juanita cayó de pie, pero se hincó de manera rápida en aquel asfalto, mudo testigo del dolor, el desconcier­to, ansiedad y sorpresa de aquellos pasajeros que alcanzaron a salir del camión que se estaba envolviend­o en llamas. Pero lo más terrible fue ver que cuatro de los pasajeros no tuvieron la misma suerte y que hoy, su pérdida desgarra los corazones de sus familias.

Las hermanas no se separaron, Ana María tenía un dolor inmenso, se había fracturado, ella sabía que algo no andaba bien, así que Juanita lesionada de la mano derecha, juntas lograron cruzar aquella carretera, ante los ojos de los testigos, que no perdían detalle de la fuerza que las unía a esas mujeres, mientras el resto de los pasajeros y algunas personas bajaron de sus autos para auxiliarlo­s.

De inmediato el autobús fue arrasado por un voraz incendio que no dio tregua a nada. Ahí esas llamas consumían todas sus pertenenci­as, le arrebataba­n la vida de una manera artera a Epifania Borja Carranza, que viajaba en el asiento 6 y salió de Ciudad Altamirano, Guerrero, su destino era Tijuana; Verónica Montiel, quien estaba en el asiento 4, ella salió de la Ciudad de México con rumbo a Tijuana; Aurelio Cárdenas y Verónica Medrano, que estaban en los asientos 7 y 8, que salieron de Huetamo de Campo, Michoacán.

Auxilio

Las féminas lograron ver las bomberas, ambulancia­s y patrullas, ahí conocieron a ángeles vestidos de rojo, de amarillo y de color café, entendiero­n que sus ruegos estaban siendo escuchados, mientras todos corrían a socorrerlo­s y otros a apagar aquel infierno que jamás olvidarán.

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FOTO: MATÍAS RODRÍGUEZ

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