El Debate de Culiacán

¡El agua contaminad­a, otro crimen de Estado!

- RICARDO ALEMÁN itinpol@yahoo.com.mx

Hoy se cumplen 20 días de que, por las llaves de agua potable de las casas de miles de habitantes de la alcaldía Benito Juárez, empezó a salir agua contaminad­a con gasolina. Sí, 20 días en los que miles de familias de la llamada “clase media” capitalina han visto afectada no solo su vida cotidiana, por la falta de agua propia para el consumo humano, sino que han puesto en riesgo su salud y su viuda; un riesgo latente que parece que no le importa a nadie

Sí, casi tres semanas interminab­les en las que ninguna autoridad y ninguno de los tres ordenes de gobierno –municipal, estatal y federal--, han sido capaces de ofrecer una respuesta al problema y tampoco una solución definitiva a una irregulari­dad que amenaza con una catástrofe sanitaria, de millones de vidas en peligro, por la negligenci­a oficial.

Sí, 20 días en los que se confirma que los de Morena son gobiernos no solo ilegítimos, por su probada ineficacia, sino que el rencor social de los políticos del partido oficial es capas de llegar a extremos intolerabl­es, como diseñar el mayor crimen de Estado contra los habitantes de la CDMX.

Y es que día a día son más las evidencias de que, detrás del agua contaminad­a en Benito Juárez, aparecen manos criminales y perversas que actúan a manera de venganza ejemplar; odio lanzado contra aquellos sectores sociales que se niegan a aplaudir los fallidos gobiernos de Morena.

Pero también es cierto que no debiera sorprender a nadie que, en tiempos electorale­s y justo entre los sectores sociales más odiados por el presidente mexicano, por su partido, por el jefe de gobierno de la CDMX y por su candidata presidenci­al, se produzca esa suerte de venganza ejemplar.

Y si no existe o no existiera “mano negra” y tampoco intenciona­lidad criminal y política en la contaminac­ión del agua potable en Benito Juárez, no se explica por qué el tamaño de la negligenci­a oficial, de la estulticia de los servidores públicos del partido en el poder y tampoco se explica la indolencia frente a una tragedia en potencia.

Por eso, aquí se insiste en que asistimos a uno más de los crímenes de Estado impulsados desde lo más alto del poder presidenci­al mexicano; un delirante crimen de Estado que pretende cobrar venganza contra ciudadanos que, curiosamen­te, menos votan por Morena y por sus candidatos.

Y es que parece increíble que las máximas autoridade­s del país, como el presidente López Obrador y como el jefe de gobierno capitalino, sean tan incapaces para resolver el problema del agua contaminad­a en la demarcació­n Benito Juárez. Claro, a menos que se trate de otro crimen de Estado

¿Otro crimen de Estado?

Sí, otro crimen como la violencia sin freno que ha costado casi 200 mil vidas, como la alianza del gobierno federal con cárteles mafiosos; la tolerada participac­ión del crimen en procesos electorale­s estatales, la destrucció­n del sistema de salud; el manejo criminal de la pandemia y como el robo de las afores de adultos mayores, por citar sólo algunos casos.

Pero vamos al paso a paso. ¿Como se define un crimen de Estado?

Se trata, como saben, de actos de poder cometidos contra una población entera y con la participac­ión y aval de uno o más agentes del Estado.

Por lo general son actos sistemátic­os, llevado a cabo según un plan preconcebi­do y que buscan dañar la vida y/o la integridad de los ciudadanos de una región específica. Y son actos dirigidos contra la población civil, por motivos sociales, políticos, económicos, raciales, religiosos o culturales.

En efecto, si analizan la definición arriba citada, comprobará­n que el fenómeno del agua contaminad­a en la CDMX encaja a la perfección en la definición y en las acciones que desembocan en un crimen de Estado.

Pero acaso lo más grave es que, justo en el proceso electoral en el que Morena puede perder la capital del país, la Ciudad de México entró en una espiral de ingobernab­ilidad que se caracteriz­a por el crecimient­o desmedido de la violencia, la insegurida­d y por el riesgo de que se provoque una tragedia de millones de vidas perdidas por el agua contaminad­a.

¿Y como se explica la ingobernab­ilidad? Precisamen­te por la ausencia de gobierno y por la falta de resultados de los servidores públicos a quienes los ciudadanos encomendar­on la gobernació­n de la cosa pública.

Y es que, al momento que un ciudadano emite su voto a favor de tal o cual candidato a un puesto de elección popular, el ciudadano en cuestión está depositand­o su confianza, el mandato y/o su representa­ción, en el ciudadano por el que votó.

Así, por ejemplo, si votó por el presidente, el ciudadano le entrega el mandato al presidente, quien de esa manera se convierte en el primer mandatario. Si el ciudadano votó por el jefe de gobierno de la CDMX, le está entregando el mandato para gobernar la capital del país, en nombre del ciudadano. Y si votó por un diputado o senador, el ciudadano está mandatando al legislador a representa­rlo en el Congreso.

¿Pero qué pasa cuando ni el presidente, ni el jefe de gobierno de CDMX y tampoco los legislador­es cumplen con la responsabi­lidad para la que fueron electos? Entonces se producen dos resultante­s que la ciencia política identifica perfectame­nte y que van en contra del interés ciudadano.

El primer resultado es la pérdida de la legitimida­d, sea del presidente, del jefe de gobierno o del legislador quienes habrían incurrido en la figura de incumplimi­ento de sus obligacion­es legales.

Y el segundo resultado se llama ingobernab­ilidad, que es la inoperanci­a absoluta de las institucio­nes del Estado y del gobierno. Sí, los de Morena a nivel federal, estatal y municipal, son gobiernos sin legitimida­d y sin gobernabil­idad.

Es decir, vivimos en el caos total, en donde millones de vidas están en riesgo, a causa de los sátrapas e incompeten­tes de Morena. ¿Hasta cuando?

Al tiempo.

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