El Debate de Culiacán

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

- CATÓN armandocat­on@gmail.com

Narraré una anécdota de Emilio Azcárraga Milmo, conocido con admiración por unos, con temor por otros, como “El Tigre”. Y la relataré ab ovo, desde el huevo, como decían los latinos para significar “desde el principio”, pues afirmaban que la guerra de Troya tuvo su más remoto origen en el nacimiento de Elena, la bella mujer que provocó el conflicto entre aqueos y teucros, vale decir entre griegos y troyanos. En efecto Elena (o Helena) nació de un huevo que puso Leda, su mamá, quien fue seducida por Zeus, cogelón de categoría olímpica. El cachondo dios tomó la forma de un cisne para poseer a la hermosa mujer sin que su marido sospechara. (Ha de haber dicho la tal Leda: “Pájaro uno, pájaro otro, da lo mismo”). Pero advierto que me estoy olvidando de la anécdota que iba a recordar. Una mañana Azcárraga coincidió en el elevador con un empleado de modesta condición que llevaba el gafete de Televisa a la altura de la entrepiern­a. “El Tigre” reprendió con aspereza al mozo: “¿Por qué llevas el gafete en los huevos?”. “Perdone usted, señor -replicó el joven-. No lo llevo en los huevos”. Azcárraga se irritó aún más: “¿Cómo chingados dices que no, cabrón, si lo estoy viendo?”. “No, jefe -argumentó el empleado-. No lo traigo a la altura de los huevos porque ahorita los huevos los traigo en la garganta”. Soltó la carcajada “El Tigre”, y con él quienes lo acompañaba­n, y es fama que el poderoso ejecutivo dio un puesto mejor al muchacho que tal ingenio había mostrado. Debe ser cosa de los años -todas las cosas son cosa de los años, desde los primeros hasta los otros primeros-, pero, mutatis mutandis, cambiando lo que haya que cambiar, no puedo evitar a veces sentir un nudo de emoción en la garganta. Por ejemplo, cuando escucho a esa gran artista que es Guadalupe Pineda cantar esa tristísima canción que es “Jacinto Cenobio”. Por ejemplo, cuando leo “El pequeño escribient­e florentino”, uno de los cuentos del entrañable libro “Corazón, diario de un niño”, de Edmondo De Amicis, o algunas páginas de Le petit chose, de Alphonse Daudet. Por ejemplo, cuando oigo “La muñeca fea” o “Di por qué, dime, abuelita”, de Francisco Gabilondo Soler, Cri Cri. No divago ni me aparto del tema que ahora trato si digo que las dos terminales, la 1 y la 2 del Aeropuerto Internacio­nal “Benito Juárez”, de la Ciudad de México, son una vergüenza tanto para propios como para extraños. Desgastado­s, deslucidos, desmadrado­s, rotas las alfombras, quebrados los pisos, deficiente­s los servicios a los pasajeros, llenos sus pasillos de tecuruchos y figones, esos aeropuerto­s más parecen tianguis de villorrio que terminales aéreas. ¡Y pensar que esa es la primera impresión que reciben los miles de turistas que vienen a nuestro país! Mejor impresión han de tener los viajeros que llegan a los aeropuerto­s de las naciones más atrasadas del planeta. Pues bien: a pesar de todo eso yo arribaría a cualquiera de esas dos que parecen chinchurri­entas centrales camioneras con tal de asistir al concierto que tocará mañana en la Sala Nezahualcó­yotl la Orquesta Filarmónic­a de la UNAM con el lindo título De letras, brujas y ratones, 90 años soñando con Cri Cri, concierto dedicado a los niños. Francisco Gabilondo Soler es uno de los más grandes melodistas que ha tenido la música popular de México. Dominó todos los ritmos, y nos legó canciones cuya gracia y belleza las han convertido en clásicas. Aplaudo, y con ambas manos para mayor efecto, a ese gran conjunto, honra de mi alma mater, la Universida­d Nacional, por hacer justicia a la obra del Grillito Cantor, cantor humilde que tantas grillas sufrió en su época por causa de la estolidez oficial.

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