La disonancia en el “ahorro” de agua
Hace poco vi un póster de una campaña de “concientización” del uso del agua justo al lado de un anuncio sobre la adquisición de viviendas en un conocido campo de golf en el sur del estado; a partir de ello presento la siguiente posición: En medio de la creciente crisis hídrica, la retórica sobre la conservación del agua se ha vuelto un eco constante en los medios y en las políticas públicas. Se nos insta a tomar baños más cortos, a cerrar la llave mientras lavamos los platos y a sentirnos culpables de cada gota que utilizamos. Sin embargo, detrás de esta campaña de austeridad hídrica se esconde una realidad profundamente injusta: la clase política y la élite económica continúan disfrutando de lujosos campos de golf que derrochan agua en cantidades obscenas, generando una tremenda brecha socioeconómica.
Mientras la ciudadanía es sometida a un escrutinio constante sobre su consumo de agua en el ámbito doméstico, las élites políticas y el Gran Capital se deslizan cómodamente por sus campos de golf, en contraste al sacrificio que se exige al resto de la población. Un solo campo de golf puede consumir cientos de miles de litros de agua al día, una cantidad que eclipsa el consumo promedio de una familia durante meses, e incluso años. Sin embargo, a pesar de esta realidad evidente, estos emblemas del lujo no parecen ser tocados por las políticas de conservación del agua de la misma manera que los hogares de las clases medias y bajas. ¿Por qué esta disparidad? La respuesta yace en una farsa que revela la verdadera naturaleza de un sistema que prioriza el privilegio sobre la responsabilidad, la opulencia sobre la sostenibilidad.
Las políticas de ahorro de agua se centran en el individuo, en la culpabilización de las familias por su supuesto exceso de consumo, desviando la atención de las verdaderas fuentes de derroche. La hipocresía de esta situación es indignante. Nos dicen que reduzcamos nuestros tiempos de baño mientras los políticos y magnates del mundo empresarial pasan sus fines de semana en lujosos clubes de golf. No podemos permitir que el Gran Capital escape impune mientras el resto del mundo padece la escasez. Las políticas de conservación del agua deben aplicarse de manera equitativa, sin distinción de clase o estatus. Por el planeta, por todos y todas, ¡Cierre a los campos de golf durante tiempos de escasez!