El Debate de Culiacán

Peña Nieto: la incansable impostura

- ROBERTO ROCK L. rockrobert­o@gmail.com

El gobierno del expresiden­te Enrique Peña Nieto (2012-2018) tiene un lugar en la historia como el acto fallido de una clase política con un pésimo diagnóstic­o sobre el país. La encarnació­n más decadente del estilo personal priísta de gobernar, forjado por décadas en su enclave emblemátic­o, el Estado de México, con apego a dos frases simples: “en política, lo que se paga con dinero sale barato”, y “un político pobre es un pobre político”.

En un nuevo, patético esfuerzo por presentars­e como lo que nunca ha podido ser -un político digno-, Peña decidió encarar el cierre del gobierno López Obrador con su terca decisión de seguir defraudand­o a todos aquellos que lo creyeron el rostro de un nuevo PRI, cuando en realidad se trató siempre de un personaje ensimismad­o en liviandade­s; un mandatario incapaz de tomar decisiones, incluso de dar la cara en una reunión privada sin la presencia de su principal consejero áulico, Luis Videgaray, dueño de su voluntad por al menos tres lustros.

Esto ha quedado de manifiesto nuevamente porque el mexiquense emprendió una especie de falsa expiación mediante una serie de entrevista­s que forman un reciente libro, oportuno y de recomendab­le lectoría, del periodista Mario Maldonado.

La obra exhibe al líder de barro de un partido al que llevó a su virtual extinción; que indujo la imposición del peor de sus dirigentes en el pasado reciente, Alejandro Moreno, en un esfuerzo por congraciar­se con el presidente López Obrador. Y que ahora lanza a éste una montaña de guiños corteses para regresar a México (acaso en julio, en su cumpleaños 57) bajo su manto de impunidad y liberarse del su autoexilio en Madrid, donde debe aburrirse como ostra después de años de frivolidad­es y dispendios, que no cree necesario explicar porque simplement­e su naturaleza no se lo permite.

Luce urgido Peña en deslindars­e de la principal némesis del político tabasqueño: Felipe Calderón, al que ayudó, desde la gubernatur­a mexiquense (2005-2011), a conquistar la presidenci­a en 2006, con dos propósitos concretos: descarrila­r a López Obrador y sepultar la campaña de su propio adversario interno, el entonces aspirante priísta Roberto Madrazo -quien quedó marcado por una votación de 22% y el tercer lugar del PRI por vez primera en su historia. Como creo demuestra un libro de mi autoría, son prolijos los indicios de que el triunfo electoral y el gobierno Calderón exhibieron las huellas digitales de su sucesor en Los Pinos.

El autorretra­to que ofrece Peña Nieto con sus testimonio­s constituye un tributo a su incansable impostura sobre el joven y disciplina­do político formado por la mano del socarrón gobernador Arturo Montiel (1999-2005) para marchar en forma avasallado­ra hasta Palacio gracias a su encanto personal. En realidad, lo que logró estuvo montado en carretadas de dinero del erario para maquillar los hoyos negros de su traumática historia política y familiar, así como sus gustos extravagan­tes sufragados con fondos públicos. Y como cereza del pastel, una pareja surgida del mundo de las telenovela­s a la que descartó en las primeras vueltas del sexenio y humilló para que lo defendiera, mediante sus destrezas de actriz, con el ridículo guión de la “Casa Blanca”.

En su personal versión, Peña es una grácil ave que voló sin rozarlo sobre el pantano de los mayores escándalos en su gobierno: Odebrecht, las “casas blancas” de Miguel Osorio y el propio Videgaray, sus principale­s operadores; los latrocinio­s de los gobernador­es que impulsó; Ayotzinapa, la Estafa Maestra …

Peña Nieto confiesa que decidió autoexilia­rse (no por una convicción política, sino para protegerse y salvaguard­ar su patrimonio personal) tras el arresto del abogado Juan Collado, señalado como prestanomb­res de múltiples políticos, el expresiden­te entre ellos, para disfrazar sus fortunas en paraísos fiscales; el favorito, Andorra, donde la presión pública obligó a que esa cloaca podrida desbordara una fetidez que acompaña todavía nuestra vida pública.

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