Crónica desde las ruinas
Hay algo que es necesario que se sepa sobre la nueva y, según eso, última película dirigida por el también novelista, productor y guionista británico Alex Garland (Londres, 1970): aunque su título es Guerra civil (2024, Estados Unidos y Reino Unido), y su escenario es la geografía de un Estados Unidos dividido por diversas facciones que resguardan diversos territorios luego de que un hipotético presidente, interpretado por Nick Offerman, decidiera imponerse mediante la violencia, contraviniendo a la propia constitución norteamericana al quedarse para gobernar un tercer periodo y ordenando al ejército que ejecutara a todo aquel civil que lo cuestionara, además de quitarse de en medio a los otros poderes; es que la película no trata sobre la tal guerra civil. No tardamos en enterarnos que el conflicto lleva tanto tiempo que la población ha comenzado a vivir vidas ordinarias dentro de ese caos y terror. Los militares o han ido desertando para sumarse a la insurrección o han muerto en los enfrentamientos contra los civiles. Lo que Garland pone sobre la mesa para que nosotros lo paladeemos es una interrogante: ¿Qué sentido tiene el periodismo en un mundo que ha dejado de tener sentido? Cierto, en estos tiempos que corren, el tildar a un líder autoritario de dictador solo por convivir, como dicen, se ha vuelto la norma. Y eso ha hecho que la gente ni se entere cuál es la diferencia que hay, y por poner un ejemplo, entre un fascista y alguien que solo es autoritario. Y vaya que hay diferencia, pero bueno, que la ignorancia nos arrope con su tibio manto y a seguir compartiendo memes. Igual pasa cuando nos toca ver a un líder siendo todo menos político pues se pone a atacar a la prensa solo porque no lo secundan cuando vomita una de sus “visiones”. Lo que me resulta interesante del guion de Garland es que logró contar este brutal relato sin tomar partido. Aquí no hay ni liberales ni conservadores, ni de izquierdas ni de derechas. Solo hay caos, violencia y periodismo. Guerra civil es una road-movie que tiene como protagonistas a cuatro periodistas que se han impuesto una misión: llegar a Washington antes de que los diversos bandos logren derrocar al Presidente. Ellos quieren entrevistarlo, y no porque quieran saber qué piensa. El Presidente tiene su propia “Mañanera” desde que inició el conflicto. Lo que buscan es sacarle sus “famosas últimas palabras” porque saben que esa guerra ya la tiene perdida. Ellos son: la curtida fotoperiodista Lee (Kristen Dunst), el impetuoso reportero Joel (Wagner Moura), el veterano cronista Sammy (Stephen Mckinley Henderson) y la bisoña Jessie (Cailee Spaeny). Lee mantiene su idea de que es necesario que la gente vea los horrores de la guerra para que recapacite, Joel busca un lugar en la Historia al ser el que estuvo ahí cuando el tirano cayó, Sammy insiste que aún puede aportar algo al mundo, y Jessie solo quiere aprender de su admirada Lee. Con esos elementos Garland vuelve a demostrar que ya sea como guionista o como director, lo suyo es plantar ideas. Y la que me plantó en esta ocasión es que no hay nada más visceral que un optimista que peca de pesimista a la hora de dar su punto de vista. Buena película para un año electoral… En Estados Unidos.