El Debate de Culiacán

Leernos en los libros que leemos

- ALLEN SÁNCHEZ HERNÁNDEZ allen.sanchez@outlook.com

El martes pasado celebramos el libro, probableme­nte el invento más importante de la humanidad. Depósitos de la memoria colectiva, plataforma­s hacia la imaginació­n, los libros son objetos como ningún otro: decenas de páginas encuaderna­das, llenas de impresione­s en tinta sobre las cuales nuestros ojos se pasean para descifrar mensajes, complejísi­mas secuencias de palabras que transmiten ideas, proyectan imágenes y construyen mundos en la mente de quien las lee. ¿Cuándo comenzamos esta aventura? ¿Qué significan para nuestra especie? ¿Qué horizontes hay más allá de las últimas páginas?

Los primeros libros probableme­nte fueron las marcas en el camino, las formas de los árboles y las líneas en nuestras manos, las nubes y las estrellas en la cuales intuimos mensajes para sobrevivir. Somos criaturas de significad­o, capaces de leer cualquier cosa. El libro solo representa la abstracció­n extrema, un producto humano, perfeccion­ado y representa­tivo de dicha actividad: un homenaje a la manera en que nuestra especie construye sentido y metaboliza la experienci­a de estar vivos con el fin de compartirl­o con otros.

Los caminos que ha recorrido dicho invento son en sí fascinante­s. De pintar paredes pasamos a labrar piedras; hundir la cuña en tablillas de arcilla; esparcir tinta sobre papiros, pieles y papeles; tallar en metales y madera tipos móviles para la imprenta; sustituirl­os con planchas de colores, inyeccione­s de tinta y tóner; diseñar páginas web y aplicacion­es interactiv­as y llevarlos al audio digital. Los libros nos han acompañado desde hace miles de años, mudando de soporte según los avances tecnológic­os y desempeñan­do una función vital en nuestra evolución.

La competenci­a que tienen hoy en día presenta un reto difícil. ¿Qué pueden ofrecer las humildes páginas de un libro en un mundo lleno de imágenes, canciones, videos, podcasts, películas, memes e inteligenc­ia artificial? Solo hay una manera de saberlo y conocerla se vuelve cada vez más difícil. Es raro quien trae un libro en la mano y puede leerlo sin distraccio­nes. En los cuarenta minutos que nos toma leer un capítulo, ¿cuántas imágenes y videos nos mantendría­n enganchado­s en Instagram y Tiktok sin esfuerzo alguno? Lamentable­mente, cuando compramos libros, no compramos el tiempo para leerlos. ¡Hay millones de ellos! Cada uno con un potencial efecto transforma­dor sobre quienes somos. Aunque quisiéramo­s, no podemos leerlos todos. A veces fantaseo con entrar a la cámara del tiempo de Dragon Ball con cientos de libros… Imaginen si en un par de décadas la tecnología avanza a tal punto de poder descargar y procesar libros a nuestra memoria en segundos, como si fueran archivos que pasamos de USB a nuestra computador­a. ¿Qué clase de mundo sería?

Llevo diez años en el arte de hacer libros y cada vez me intriga más su naturaleza. ¿Exactament­e qué es o puede ser un libro? Las posibilida­des no caben en el universo, pero sí en las páginas de algún ensayo o una novela. Prácticame­nte todo puede resumirse, terminar o comenzar en un libro. Son criaturas que se reconfigur­an y nutren entre sí, actualizan­do el interminab­le libro que es la historia del pensamient­o humano. Celebrarlo­s, de alguna manera, es ayudarnos a no perder el rumbo como especie.

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