Cuando el miedo llega sin avisar
El miedo despertó y las aguas del manantial de la esperanza ahora alimentan un río de lágrimas; los hombres y las mujeres rotos buscan a sus víctimas: el esposo desaparecido, la hija violada, el niño sicario, y, ¿el asombro?, extraviado. Se escuchan mantras que dañan en vez de plegarias, y, ¿el prójimo?, sigue escuchando al vendaval de la muerte, a la brisa seca y a la arena asustada.
El libro Clima de miedo de Wole Soyinka, Premio Nobel de literatura 1986, es un baile de las diferentes máscaras que porta el miedo en la sociedad contemporánea. Cada latitud conoce los rasgos y alcances de las suyas. En México sabemos de qué están hechas y cuáles son sus escenarios favoritos. No obstante, algunos pensamos que son lugares alejados de nuestra realidad. Lo sentimos así, porque no sabemos, que a veces, además de cubrirse el rostro, se disfrazan de pulpos y sus tentáculos le abren al miedo cualquier puerta. Tengo la costumbre de anotar en las últimas hojas en blanco de los libros que leo los conceptos que van apareciendo en la trama y colocar delante de ellas el número de página donde se abordan de nuevo. Aquí algunos párrafos que tejen fino sobre esta sensación de sentirse amenazado:
MUERTE
“Él, todavía rígido y frío, agarra a la mujer por los cabellos, la arrastra por el suelo hasta el centro de la habitación. Sigue golpeando su cabeza contra el suelo, y después, con un movimiento seco, le tuerce el cuello. La mujer expira. El hombre inspira.” La piedra de la paciencia, Atiq Rahimi
VIOLACIÓN
“Mientras lo hacía, cada vez con más brutalidad, respiraba con fuerza en la oreja de Camille, que en ese momento ya no se llamaba Camille; perdía su identidad, y cada que la desfloraba agravaba más esa caída en picada hacia otra Camille.” Hacia la belleza, David Foenkinos.
RESIGNACIÓN
“No supimos qué hacer. Ante lo inimaginable, no supimos qué hacer. Ante lo inconcebible, no supimos qué hacer. Y callamos. Y te arropamos en nuestros silencio, resignados ante la impunidad, ante la corrupción, ante la falta de justicia. Solos y derrotados. Solos y desechos. Triturados. Tan muertos como tú. Tan sin aire como tú.” El invencible verano de Liliana, Cristina Rivera Garza
DELITO
Me encontré uno todo pendejo que andaba hasta el huevo de borracho y que le digo: “Sigue caminando, perro. No le juegues al Mickey o te doy dos, tres piquetes en el culo, hijo de tu puta madre. Dame el celular, la cartera, los tenis, perro; las joyas, puto, hora, no te hagas”. Lo dejé sin nada. Cinco mil pesos en un ratito, mijo. No, pues de aquí soy.” Perras de reserva, Dahlia de la Cerda.
MIEDO
Tengo miedo de todo el mundo, del agua fría, de la muerte. Soy como todos los mortales, inaplazable. Por eso en estos cortos días no voy a tomarlos en cuenta, voy a abrirme y voy a encerrarme con mi más pérfido enemigo. Poema, Pablo Neruda. Los escritores saben que se puede lastimar con la palabra, con los actos y con las omisiones. Los ecos de un disparo nunca dejan de sonar, el dolor por la ausencia de un ser querido es perene, la inocencia perdida jamás encuentra el camino de regreso, y aunque resignarse no salva, podemos pedir que la única que sí tenga retorno sea la paz y que el asombro saque la brújula y se estremezca ante la violencia. Nuestros nuevos mantras deben ser: amor, empatía, justicia, hermandad, trabajo, libertad, seguridad, vida y nunca muerte. Repitámoslos para que así sea.