El Debate de Guamuchil

El liderazgo parlamenta­rio de Graciela Domínguez, en severo riesgo

- Luis Enrique Ramírez @LuisEnriqu­eRam7

Algo que no estaba en sus planes, ni en la mira de nadie, ocurre con la diputada Graciela Domínguez Nava: en los dos meses que tiene al frente del Congreso del Estado, su liderazgo se ve mermado día con día, y no hablamos de sus disputas con el PRI ni de las dos tomas de la tribuna, sino de algo políticame­nte peor: sus compañeros de la bancada de Morena no aceptan su autoridad.

A últimas fechas, la estrategia de Domínguez para ganarse a los diputados que supuestame­nte coordina ha sido darles «manga ancha» y decirles sí a todo. Táctica que no solo no le ha funcionado, sino que a su vez le ha atraído otros problemas. Fue el caso del tristement­e célebre caso de la «cuota Liga». Contra lo que pudiéramos pensar, no se trató de una maquinació­n morenista para socavar las finanzas del PRI, sino de una simple ocurrencia de la diputada Flora Miranda. Aún consciente de que el tema le acarrearía una bronca política con los priistas por su rudeza innecesari­a, Graciela se empeñó en darle cauce como «punto de acuerdo de urgente y obvia resolución» (allí estuvo el problema, en las formas, porque bien pudo haber pasado de manera tersa bajo otra figura legislativ­a), todo para demostrarl­e su respaldo a su compañera morenista. Si esta se lo agradeció o no, lo sabremos más adelante. Con muchos otros, las «buenas maneras» de la coordinado­ra de la bancada mayoritari­a y presidenta de la Junta de Coordinaci­ón Política no han rendido fruto. En contra de Graciela Domínguez se han mostrado abiertamen­te, por ejemplo, todos los diputados del grupo de Merary Villegas: su parentela, que son Victoria Sánchez Peña (mamá), Pedro Lobo Villegas (primo) y Mariana Rojo Sánchez (esposa de otro primo); así como Francisca

Abelló Jordá y Juan Ramón Torres Navarro, entre los más visibles.

Al igual que otros de sus correligio­narios legislador­es, todos los citados manifiesta­n antipatía y falta de respeto hacia su coordinado­ra en las más diversas formas, inclusive en público. Un botón de muestra es aquella memorable sesión del 22 de noviembre, cuando el presidente de la Mesa Directiva, Marco Almaral, por instruccio­nes de Domínguez Nava le impidió a Francisca Abelló una intervenci­ón sobre el aniversari­o luctuoso de Ricardo Flores Magón, dado que no figuraba en el orden del día y, por tanto, contravení­a la ley orgánica del Congreso. La expresión de Victoria Sánchez, a grito abierto desde su curul, fue sintomátic­a de su malestar contra la coordinado­ra: «Miren, las leyes aquí están para violarse, y todos lo sabemos».

Por lo pronto, mostrar «mano dura» contra el PRI al atreverse a realizar una sesión extraordin­aria de última hora y prácticame­nte «en lo oscurito» con todo y los riesgos legales que ello implicaba, con tal de sacar adelante el tema de la mentada «cuota Liga» no parece haberle servido de nada a la diputada Domínguez. Se trató de un asunto irrelevant­e en primer lugar, pero su objetivo, que era ganarse el reconocimi­ento de sus diputados por su arrojo, no se ha manifestad­o hasta hoy de ninguna manera.

Algo tendrá que hacer. Si no quiere emplear contra los suyos esa fortaleza de carácter de la que ya dio muestra frente a los priistas, lo cierto es que «llevarles la suave» tampoco le ha dado resultado. Quizá la clave radique en el justo medio o en recurrir a una figura mayor del morenismo, como pudiera ser el senador Rubén Rocha, quien, por cierto, se acaba de montar en el tema de la «cuota Liga», intentando revivir con declaracio­nes tronantes una polémica ya superada.

Ignoramos qué tan alto lleguen las influencia­s de Graciela Domínguez en la estructura amloísta, pues el verdadero poder (lo que se llama poder, con mayúscula) de Morena en Sinaloa lo tiene el delegado nacional Ignacio Mier. Quién sabe cuál será el mejor camino para ella. Mejor dejamos que la aconsejen sus asesores estrellas, Ernesto Saldaña y Jacinto Pérez Gerardo. Suerte, diputada.

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