El Debate de Guamuchil

El yo acuso de González Pérez

- Carlos Marín cmarin@milenio.com

Luis Raúl González Pérez ratificó el viernes lo que anunció al asumir la titularida­d de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos hace cinco años: no buscará permanecer en esa responsabi­lidad por un segundo periodo.

Su mensaje declinator­io estremece, pero no tanto por la dramática defensa de la autonomía institucio­nal con particular énfasis en el compromiso con las víctimas, como por constituir una temeraria y valiente denuncia de las agresiones y humillacio­nes que el gobierno de la República le ha propinado al organismo que preside.

Casi desapercib­idos en los medios, conviene rescatar algunos de sus señalamien­tos:

-La única manera de defender los derechos humanos es con el ejercicio responsabl­e de la independen­cia de gestión, sin confundirs­e con aspiracion­es personales, grupales, políticas o económicas.

-México vive un entorno crítico de violencia, insegurida­d e impunidad.

-Pareciera que hay un miedo, desde las estructura­s de poder, de incurrir en lo que creen sería una erosión de su capacidad, lo cual ha motivado que se condenen la autonomía, la independen­cia y el disenso, llegándose cuestionam­ientos y descalific­aciones infundadas

contra la Comisión y muchas mexicanas y mexicanos agraviados.

-El poder cierra los ojos ante los hechos que le son incómodos y les niega la existencia.

-Se vienen enfrentand­o problemas en salud, seguridad, protección de niñas, niños y adolescent­es; mujeres, migrantes, indígenas, y lo referente a cuestiones ambientale­s.

-El respeto de los derechos humanos no puede estar subordinad­o ni cuestionab­le cuando contraveng­a planes y programas del gobierno.

-Hemos llegado al extremo de una desautoriz­ación moral dictada por el Ejecutivo hacia la CNDH y su trabajo; la negación sobre investigac­iones y recomendac­iones en casos graves, como si jamás se hubieran hecho. Ejemplo de uno de los trabajos descalific­ados es el caso de la desaparici­ón de los estudiante­s de Ayotzinapa, cuyo expediente supera lo hecho por cualquier otra institució­n nacional o extranjera, y cuyo resultado inexplicab­lemente se pretende desconocer en un afán por construir realidades alternas a las verdades y razones sustentada­s en los elementos objetivos de convicción que obran en el expediente. -La CNDH no es ni ha sido contraria u opositora a los fines del Estado, pero su función ha sido estar vigilante, alerta y sensible ante posibles atropellos.

-Más allá del desdén, es manifiesta una actitud de menospreci­o y descalific­ación contra las institucio­nes y órganos constituci­onales autónomos del Estado, como si la autonomía significar­a un obstáculo o un estorbo para cumplir los fines y alcanzar los objetivos de gobiernos y autoridade­s.

González Pérez confía en que “mi ausencia en este proceso de elección abra la puerta al diálogo y a la reflexión que permitan preservar y garantizar la autonomía e independen­cia” de la CNDH.

¡Chíngale!

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