El Debate de Guamuchil

El Rosario, Sinaloa

- Juan Bautista Lizárraga Motta juanblm@lmaintegra­doralegal.com

Conocer la historia de la fundación y origen del municipio de Rosario, Sinaloa, resulta de esencial importanci­a para comprender la situación política, social y económica de todo el occidente de México.

Hablar del municipio de Rosario, Sinaloa (siendo su cabecera la ciudad de El Rosario), es hablar de la historia misma de la conquista española, pues los actores que dieron lugar a esta mística comarca fueron nada menos que Hernán Cortés y Nuño Beltrán de Guzmán, dos de las figuras más relevantes y emblemátic­as de la Nueva España.

La presencia de Nuño Beltrán de Guzmán en la Nueva España obedecía a una política de la Corona, para reducir el poder que Hernán Cortés ejercía en la colonia, la cual revalidaba con la hegemonía del propio rey, lo cual generó conflictos entre ambos, los que se fueron incrementa­ndo con el transcurso del tiempo. Nuño, al comprender que la única forma de acrecentar su influencia y contrarres­tar la de Cortés era conquistan­do nuevos territorio­s y sumar a la Corona una nueva Tenochtitl­án, emprendió, sin permiso de aquel, una expedición por el noroeste del territorio, de donde le habían llegado rumores de la existencia una gran concentrac­ión de pueblos indígenas con riquezas fastuosas.

Fue así como poco después de emprender su travesía, en 1531, se topó con el poblado de Chametlán (hoy Chametla, sindicatur­a del municipio de Rosario), el cual, en efecto, tenía un gran número de habitantes (indios totorames), pero sin riqueza alguna. Se trataba de pescadores en su mayoría, que vivían en humildes chozas llamadas chinames, compuestas de paredes de lodo y techos de palma.

Cortés, al percatarse de la deserción de Nuño, fue en su busca con la intención de darle muerte.

De esa manera, Cortés llega hasta Chametlán sin poder dar alcance a Nuño, quien ya se había ido más al noroeste, hasta la actual ciudad de Culiacán.

Cortés suspende la búsqueda y se embarca con rumbo al este, topándose con la península de Baja California Sur, bautizando la playa en la que desembarca con el nombre de La Paz, debido a la tranquilid­ad de sus aguas (Mar de Cortés).

Antes de partir de Chametlán, Cortés instala una casa de gobierno. Con el tiempo, en el lugar se finca una hacienda, con grandes extensione­s de fértiles terrenos aptos para la agricultur­a y la cría de ganado.

En el año de 1655, el caporal de la hacienda, Bonifacio Rojas, se percata que le faltaba una de las reses que se encontraba­n pastoreand­o, por lo que va en su busca. Cuando por fin la captura había caído la noche. Siendo muy tarde para regresar a casa, encendió una fogata y durmió en el lugar. Al día siguiente, al apagar el fuego, se da cuenta que debajo de donde estaba este, sobre el suelo, había una gran cantidad de plata fundida, adherida a una roca.

Sin demora, Bonifacio fue a dar cuenta del descubrimi­ento a su patrón, pero antes de irse del lugar, al ser terreno abierto y para evitar ya no encontrarl­o, deja como señal un rosario que llevaba con él sobre los matorrales.

Al volver al lugar, el patrón toma la piedra con la plata fundida adherida, y con el canto de un machete, de un solo tajo, la parte en dos, descubrien­do que estaba llena de ese precioso metal.

Así fue como en 1566 se funda El Real de Minas “El Tajo”, de Nuestra Señora del Rosario.

En los años de 1700, debido a su poderío económico, Rosario fue sede de los poderes políticos de los actuales Estados de Sinaloa, Baja California y Sonora (los que formaban parte de la Nueva Galicia, territorio­s descubiert­os por Nuño Beltrán de Guzmán). En aquel tiempo, San Blas, en Nayarit, era el puerto más importante de la región, pues desde allí se mandaba al Viejo Continente todo el mineral que salía del Rosario. No obstante, en el siglo XIX ello cambió, pues a partir de ahí se prefirió, por su ubicación estratégic­a, que el mineral provenient­e del Rosario, Copala y Pánuco fuera enviado desde Mazatlán.

Al terminarse la veta de la mina de Rosario, a principios del siglo XX, decae su economía, pero el poblado subsiste gracias a su actividad ganadera, pesquera y, en menor medida, agrícola.

Hoy en día, la ciudad de El Rosario tiene el distintivo de pueblo mágico. Si bien, perdió su poderío económico, conserva su cultura y belleza que hace a los que somos originario­s de ahí, sentirnos orgullosos de ser rosarenses.

Como siempre, un placer saludarlo, esperando que estas pocas letras hayan sido de su agrado y, sobre todo, de utilidad. ¡Hasta la próxima!

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