La función social de la literatura
Me reúno con ustedes cada quince días a través de la palabra escrita, de éso está hecha, entre otras cosas, la literatura.
Esta vez rescataré su función social. Una escritora migrante nos puede ayudar en esta reflexión, me refiero a Leila Slimani que vive en París pero nació en Rabat en 1981. Hija de padre marroquí y madre franco argelina. Ella sostiene que: “La literatura es subversiva, pero no se gana contra los demás se gana con los demás”, también cree que: “No sé si las novelas pueden cambiar el mundo, pero estoy segura que los lectores de novelas pueden cambiar el mundo…” Coincido con ella, porque la literatura está dirigida a los hombres libres, la obra creativa busca renovar el mundo, no permite olvidar. Un libro puede colocar en la agenda pública una problemática lastimosa, es un instrumento de denuncia y de recopilación de lo que somos, ¿y qué somos?: hombres modernos con la posibilidad de inventar nuestro propia realidad, diría, Albert Camus. Escribir como musulmana en un país occidental tiene sus retos, forman parte del dilema contemporáneo del fenómeno de la migración; pero esta condición, agrega riqueza a las palabras que ordena una mujer para contar una historia. Por otro lado, si revisamos la historia ahí están los escritores rusos y los franceses que nos hablan de las costumbres de
la época que les tocó vivir o los latinoamericanos y su realismo mágico que construyeron un lenguaje para describir una realidad distinta a la del viejo continente. Estos son ejemplos de la función social de la literatura porque es como un notario público que da fe de lo que sucede. Si alguien quiere indagar sobre lo que pasa en la sociedad, en la literatura encontrará respuestas porque sus relatos nos hablan de quiénes somos en lo individual y lo colectivo. Un personaje puede caminar en las calles del imperialismo europeo o bien puede levantarse temprano para ir a trabajar en una fábrica que existe por la expansión de la industria armamentista. Si movemos el radar y nos colocamos en la actualidad podemos conocer del dilema migrante, ya sea de un niño que es abandonado del otro lado de la frontera entre México y Estados Unidos o bien de una iraní que llega a vivir de niña a Francia. Los filósofos también se han apoderado de la narrativa, ahí está Jean Paul Sartre, entre muchos otros, que analizan la existencia humana e incorporan su pensamiento en un cuento o una novela, porque la literatura forma conciencias individuales. Escribir es actuar, el lenguaje es el lenguaje del mundo. Cada palabra es un camino hacia la trascendencia. Es decir, la literatura nos habla de quiénes somos y hemos sido los seres humanos. Lo cierto es, que reparar sobre los fenómenos sociales otorga información para conocer las razones por las cuales, por ejemplo, Margarite Duras habla de migración y Guillermo Arriaga de una sociedad divida como lo está la mexicana. Parece que las grandes ideologías ya no explican quiénes somos y la literatura nos da pistas al respecto. Cada libro es parte de la respuesta total y, si además, contextualizamos el escrito dentro de un “asunto social” entonces la compresión se nos revela con mayor facilidad.