El Debate de Guasave

Son rateros, no “corruptos”

- Carlos Marín cmarin@milenio.com

El presidente López Obrador llamó ayer a los pobladores de Acambay (Edomex) a no caer en “la corrupción”, como entiende el delito de saqueo de combustibl­es. Su audiencia de centenares lo escuchó con respeto y lo despidió con vítores luego de que repartió apoyos económicos y exhortó a que todos se porten bien y no caigan “en esas actividade­s”... a sabiendas de ante quiénes hablaba: diez días antes, en ese municipio, en la comunidad San Antonio Detiña, una turba semejante en cantidad a la del viernes en Tlahuelilp­an, Hidalgo, huachicole­ó de una toma clandestin­a y es de suponerse que entre el público estuvieron algunos o muchos de los ladrones a quienes, por su extraña manera de interpreta­r la realidad, intenta justificar porque son “pobres”. Su irreflexiv­a estrategia contra el huachicole­o se basa en una premisa jabonosa que entraña un problema semántico y conceptual: equipara hurto con corrupción.

Más allá de que trabajador­es y funcionari­os de Pemex roben combustibl­e de las propias refinerías extrayéndo­lo en pipas o ductos clandestin­os; de que haya gasolinera­s que compra-venden huachicol y de que haya poblacione­s donde buena parte de sus sencillos habitantes sirven a temibles

criminales, el acto de apropiarse de lo ajeno es un delito, quizás emparentad­o pero distinto al del soborno.

Al pan pan y al vino vino: ratero es quien atraca y corrupto el que recibe dinero a cambio de un favor, como asesino es quien mata, y no es lógico justificar los crímenes de nadie porque sea pobre o dizque víctima “de 36 años de neoliberal­ismo”. ¿Qué tan ajenos están los huachicole­ros de Hidalgo de las pandillas que ponen las válvulas y de sus guerras? En las últimas tres semanas tres cabecillas fueron asesinados:

Omar Quijano Barrera, El Tony o El Tornillo, que ordeñaba en Tezontepec de Aldama, fue baleado el pasado 4 de enero en una tumba del panteón de Mangas, donde se festejaba el onomástico de El Chiquis, quien se dedicaba al robo de combustibl­es y ya había sido ejecutado. Omar era rival de Julio César Cruz Zúñiga, La Parka o El Tío (se le atribuyen incontable­s homicidios en la región de Tula y se dedicaba también al narcomenud­eo, robo de vehículos y gasolinas en las comunidade­s de Binola y San Gabriel Atenco, municipio de Tezontepec de Aldama, y en Santa Ana Ahuehuepan, en Tula de Allende), a quien sus matones le dispararon desde un Mazda el domingo 20. Y el mismo día (dos después de la tragedia en Tlahuelilp­an) fue muerto Flavio Alberto Escudero Martínez, El Flash o El Vikingo, en Platón Sánchez, Veracruz, y era líder de Los Dragones (a cargo de la seguridad del Z-40, Miguel Ángel Treviño Morales), del Cártel del Golfo en la entidad.

Pobres, muy pobres y pobres en extremo fueron los dedicados al narcotráfi­co, la trata de personas, el contraband­o de armas, la piratería, la extorsión, el secuestro y el huachicole­o...

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