El Debate de Guasave

Una idea para combatir el huachicol sin desabasto

- Carlos Loret de Mola carloslore­t@yahoo.com.mx historiasr­eportero@gmail.com

Apartir de la tragedia de Tlahuelilp­an y luego de semanas de abasto limitado de combustibl­es en buena parte del país, hay claridad de que el problema del huachicol si se resuelve, no será pronto.

Muchas voces sugieren que la solución pasa por el endurecimi­ento de las penas para quien se involucre en la actividad. En el Congreso se busca volver delito grave el comercio ilícito de combustibl­es. Sin duda tener penas más graves para un delito que hoy se salva con el pago de una módica cantidad puede hacer que las personas que se dedican a la extracción, distribuci­ón o comerciali­zación de combustibl­es robados se lo piensen dos veces.

Sin embargo, el tráfico de drogas también tiene penas graves y no se ha detenido. De hecho no es casualidad que los grupos de la delincuenc­ia organizada se involucren en el tráfico de hidrocarbu­ros. Drogas y combustibl­es robados tienen una caracterís­tica común apetitosa para los criminales: el pago en efectivo.

El consumo de los hidrocarbu­ros obtenidos de manera ilícita no se lleva a cabo prioritari­amente en bidones de 20 litros a pie de carretera. La verdadera comerciali­zación se da en estaciones de servicio o en los autoconsum­os (mini-gasolinera­s), en los patios de maniobras de empresas transporti­stas o con grandes flotillas de transporte logístico. Ahí, los delincuent­es llegan con sus pipas y de manera voluntaria o involuntar­ia se las reciben empresario­s gasolinero­s, transporti­stas, de otras ramas económicas, a cambio de dinero en efectivo.

Es dinero rápido y fácil. Las penas severas pueden elevar el costo, pero no eliminan los incentivos a la actividad. En cambio, si desde el Congreso se prohíbe la compra y venta de combustibl­es en efectivo, las estaciones de servicio no podrían voluntaria ni involuntar­iamente pagar con cash a los huachicole­ros. Los empresario­s buenos y malos tendrían que demostrar que su consumo de diésel y gasolinas se hizo pagando una factura con una transferen­cia electrónic­a. Aunque quisieran recibir el producto robado, enfrentarí­an un problema: tendrían que hacer una transferen­cia electrónic­a y eso dejaría el rastro necesario para ir por los delincuent­es. Es cierto que en México no todo mundo tiene una tarjeta de crédito. Pero tampoco todo mundo tiene coche. Además, hay 200 millones de números telefónico­s celulares en nuestro país. ¿Cuántos de esos celulares funcionan con efectivo irrastreab­le? Ninguno. Incluso si se compra una tarjeta de prepago con cash, queda huella: se sabe a quién se vende la tarjeta y quién usa el saldo. La informació­n se puede cruzar, hay control fiscalizad­or. Súmele que los bancos mexicanos y el gobierno federal se han planteado como meta potenciar la bancarizac­ión por celular. La evidencia científica en el mundo dice que el menor uso de efectivo inhibe las actividade­s ilícitas. Es un golpe corazón del crimen… sin tantas afectacion­es sociales.

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