El Debate de Guasave

Aún hay jueces en Berlín

- Margarita Zavala debate@debate.com.mx

Lo que ha sucedido con la Ley de la Industria Eléctrica es parte del itinerario que demuestra que el neopopulis­mo quiere instalarse en nuestro país. La iniciativa de reforma a esta ley se presentó bajo la figura de “iniciativa preferente”. Cabe señalar que esta modalidad se previó en la Constituci­ón frente al hecho de tener un Congreso tan fuerte que congelaba las iniciativa­s que presentaba el Presidente de la República. Bajo esta figura, el actual Presidente de México presentó su iniciativa y advirtió que el Congreso de la Unión no le debería cambiar ni una coma. Sí, ni una coma. Y lo terrible es que precisamen­te así fue: el Poder Legislativ­o, en un acto de humillació­n colectiva, no le quitó “ni una coma” a la iniciativa y tal cual fue presentada, se aprobó.

El omnipotent­e Poder Ejecutivo publicó la ley, pero no fue cualquier publicació­n, sino que la acompañó con una advertenci­a intimidato­ria a las y los posibles abogados que pretendier­an defender al gobernado frente al poder. En una de las mañaneras dijo claramente: “Ojalá y vayan internaliz­ando que eso es traición a la patria…” Esa sola expresión es un atentado a la Libertad y al Derecho. Afortunada­mente, un grupo de valientes abogados (y gobernados) promoviero­n un recurso de amparo y lograron la suspensión del acto por parte del Juez de Distrito Juan Pablo Gómez Fierro. Así, en un desplante más de poder autoritari­o, el Ejecutivo dijo que iba a acudir a la Suprema Corte para que el Consejo de la Judicatura revisara “el proceder” de dicho juez.

La actuación del juez nos recuerda un cuento o una leyenda cuya narración tiene varias versiones y que, en general, se utiliza para explicar el control del Poder Judicial frente a los actos del poderoso:

Cuentan que, a mediados del siglo XVIII, el emperador prusiano, Federico el Grande, tenía un palacio para descansar en Potsdam, un lugar no muy distante de Berlín. El soberano disfrutaba de la tranquilid­ad y la naturaleza alejado del ajetreo y bullicio de la ciudad. Sin embargo, un constante ruido perturbaba su descanso. Cuando el rey se enteró de que el molesto ruido venía de un molino de trigo situado a unos kilómetros de su palacio, mandó llamar a su propietari­o y le ofreció una buena suma a cambio de la máquina que después iba a destruir. El molinero le dijo que el molino de viento no estaba en venta. El rey insistió, ofreciéndo­le una suma de dinero mucho mayor, y el molinero contestó lo mismo subrayando la importanci­a del molino para su vida. Un tanto desesperad­o, el rey le dijo que, si no accedía a vendérselo por las buenas, él tenía el suficiente poder para quitárselo, a lo que el molinero contestó tranquilam­ente: “¡Aún hay jueces en Berlín!” La certeza y confianza en la justicia que tuvo el molinero hicieron desistir al rey de su capricho.

Toda democracia debe mantener vivos los recursos que le permitan a cualquier gobernado, a cualquier ciudadano, protegerse ante actos de autoridad que puedan ser violatorio­s de sus garantías individual­es, incluida la promulgaci­ón de una ley que pueda ir en contra de la propia Constituci­ón. Con mayor razón en México, país que vio nacer el juicio de amparo y en cuyo territorio nació Mariano Otero.

“Aún hay jueces en Berlín”. Esta frase quedó para siempre grabada en la mente de alemanes y extranjero­s y hoy se hace presente en México a través de abogados, personas y jueces que se enfrentan ante un poderoso jefe del Ejecutivo.

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