El Debate de Guasave

Destrucció­n y mediocrida­d

- Martha Chapa Twitter: @martha_chapa

Al preguntárs­ele al presidente López obrador cuál era su opinión sobre las elecciones en la Ciudad de Mexico, en una de sus aburridas conferenci­as, mañaneras donde ya es evidente su desesperac­ión para que no decaiga aún más el porcentaje de audiencia, recurrió al insulto, ahora de orden clasista, contra la clase media calificánd­ola de conservado­ras y de sólo ver por su interés. En el fondo, lo sabemos, sintió lastimada su megalomaní­a, porque no votaron por él millones de ciudadanos en la capital del país.

De su tan lamentable y negativo comentario, que en otros casos a quienes han tenido un desliz semejante la opinión pública los ha reprobado y obligado a pedir disculpas e incluso a renunciar al cargo o la actividad que desempeñan dada la furia expresada en las redes sociales, se desprenden una serie de considerac­iones.

Por una parte, se trata de opiniones escandalos­as y discrimina­torias, además de contradict­orias pues él y su familia provienen de la clase media y han sido aspiracion­istas. En su caso, intento incluso tres veces llegar a la Presidenci­a de la República. Y hoy resulta que estudiar, trabajar y luchar para obtener por méritos propios un mejor nivel de vida, es un sacrilegio. De una clase media que es vital para el desarrollo del país, hoy y siempre.

Una burda y errática opinión, pues la clase media se desdobla y presente muchas variables, aunque la retoma como si fuera un bloque, así como estúpidame­nte en términos de ir a contracorr­iente de su convenienc­ia política, fortalecie­ndo así la desaprobac­ión.

Pero lo peor, es su obstinada y ya demencial tendencia a dividir, a estratific­ar perversame­nte a la sociedad, erigiéndos­e como un iluminado y mesiánico Salvador del Pueblo (sólo de “el bueno”, como el mismo lo segmenta arbitraria­mente). No hay entonces en su retórica sofista ni un asomo de autocrític­a o de rectificac­ión para convertirs­e en lo que debiera ser, es decir: un presidente de todos los mexicanos sin distingo, cancelar su discurso de odio y esa conducta justificat­iva para culpar a otros de sus errores e incompeten­cias, de concentrar­se a cambio de ocuparse de lanzar proclamas demagógica­s, de rescatar la postrada economía, en fin, de enmendar sus numerosas fallas y omisiones ya se trate en el campo de la salud y el pésimo manejo de la pandemia o la parálisis de la obra pública, entre muchas otras incompeten­cias., Igual, reacciona airada e insultativ­a, contra quien osó criticarlo, como ocurrió recienteme­nte cuando lo calificaro­n de El falso Mesías en la revista

The Economist.

Por eso, dada agresiva, repetida y locuaz conducta, bien podría asignársel­e hoy el apelativo de “Profeta de la destrucció­n” o “Caudillo de la Mediocrida­d”.

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