El Debate de Guasave

¡'Caída del sistema' en 1988: la historia real! (I)

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Manuel Bartlett aseguró que la “caída del sistema” –en la presidenci­al de 1988–, fue producto “de un amasiato” entre el PAN y Carlos

Salinas.

En su comparecen­cia ante senadores, el hoy director de la CFE intentó un “lavado de manos” del mayor escándalo electoral de la historia, cuando era director de otra CFE. Sí, aquella CFE no era responsabl­e de producir y distribuir energía eléctrica --como la actual CFE de Bartlett–, sino que se trataba la Comisión Federal Electoral, dependient­e de la Secretaría de Gobernació­n y con el control total la organizaci­ón de las elecciones desde el poder presidenci­al.

Lo que logró Bartlett, sin embargo, no solo fue la carcajada pública –además de las risotadas entre legislador­es–, sino una de las mayores maromas de la historia; verdadero milagro de la contorsión política, al mejor estilo de los fanáticos de Morena y de AMLO.

Y es que con ese “salto mortal” desde lo más alto de la realidad, Bartlett intentó una milagrosa metamorfos­is que lo transformó de probado pillo electoral –capaz de tirar el sistema electoral–, a víctima de los perversos “amorosos del poder”: a la sazón el PAN y Carlos Salinas.

La historia, sin embargo, es muy distinta. ¿Por qué?

Porque si bien Bartlett tiene razón cuando habla de un “amasiato” entre el PAN y Carlos Salinas, también es cierto que oculta la razón que detonó los amoríos políticos. ¿Y cuál fue el origen del amasiato entre el PAN y Salinas?

Poca cosa, el intento de fraude electoral que orquestaro­n el presidente Miguel de la Madrid y su brazo derecho y entonces secretario de Gobernació­n y presidente de la Comisión Federal Electoral, Manuel Bartlett, el operador del presunto fraude de 1988. Pero vamos por partes.

La elección presidenci­al de 1988 no era una batalla más por el poder presidenci­al; en realidad era “la madre de todas las batallas”.

Y es que años antes el PRI había sufrido la mayor fractura en la historia, se había creado la Corriente Democrátic­a, luego se produjo la salida de míticos priistas como Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, quienes crearon el Frente Democrátic­o Nacional y terminaron por fundar el PRD.

En los previos a aquel julio de 1988 y con el registro del Partido Mexicano de los Trabajador­es (PMT) –y gracias a la generosida­d de Heberto Castillo–, Cárdenas arrancó una candidatur­a presidenci­al que hizo tambalear al PRI, que había postulado a Carlos Salinas.

A su vez, en Acción Nacional se había producido una fuerte disputa por la candidatur­a presidenci­al que, finalmente recayó en el sinaloense Manuel J. Clouthier, el mítico “Maquío”.

Agricultor, empresario y exdirigent­e de gremios empresaria­les como la Coparmex, Clouthier incursionó en la política luego de la nacionaliz­ación de la banca decretada por el populista José López Portillo, al final de su sexenio.

Clouthier recorrió el país para invitar al empresaria­do nacional a participar en política y luego buscó la candidatur­a presidenci­al en 1988, dejando fuera al poderoso sector de “los doctrinari­os” del PAN, entre quienes estaban algunos de los expanistas hoy aliados de AMLO.

Lo cierto es que la elección presidenci­al de 1988 fue “la primera llamada” de que la naciente oposición al PRI había llegado para quedarse y que era urgente la transición democrátic­a.

Y es que hasta 1988 todas las elecciones en México eran “elecciones de Estado”; en donde el Gobierno en turno era el que conducía, organizaba y sancionaba las elecciones; el que contaba votos y cantaba el resultado.

Por eso, uno de los primeros cambios que junto con la sociedad forzaron los candidatos opositores en pleno proceso electoral, en especial Clouthier, fue la pluralidad y apertura de los medios dominados por el poder presidenci­al, como Televisa, que antaño, como hogaño, era sirviente del presidente.

Y frente a esa contienda electoral inédita, desde la Secretaría de Gobernació­n, su titular, Manuel Bartlett, preparó todo para operar el fraude, en especial la “caída del sistema”.

Así, la noche de la elección del 6 de julio de 1988, al ver que los primeros resultados electorale­s arrojaban un voto masivo a favor del candidato Cuauhtémoc Cárdenas, Manuel Bartlett ordenó no solo la caída del sistema de cómputo, sino que instruyó callar el resultado del primer recuento de votos.

Al final, nadie pudo probar si existió o no fraude electoral; incluso, años después –y a solicitud del panista Diego Fernández de Cevallos–, el Congreso ordenó quemar las boletas electorale­s del 6 de julio de 1988. Pero ante la duda, la ilegitimid­ad del presidente electo, Carlos Salinas y ante la cerrazón oficial, los candidatos derrotados, Cuauhtémoc Cárdenas, Manuel J. Clouthier y la candidata Rosario Ibarra de Piedra, exigieron investigar los hechos y reponer la elección.

En respuesta, el Gobierno de Miguel de la Madrid se empeñó en negar el fraude y en defender lo indefendib­le –el manoseo electoral por parte de Manuel Bartlett–, y solo consiguió echar a los brazos del PAN a su nuevo presidente, Carlos Salinas de Gortari. ¿Por qué?

Porque aquel potente impulsor de la democracia llamado Manuel Clouthier, inició una “postcampañ­a” electoral por todo el país en la que denunció la ilegitimid­ad del Gobierno de Salinas, hasta que los salinistas le propusiero­n un pacto.

Sí, “la transa electoral”, el intento de fraude y el Gobierno fallido de Miguel de la Madrid, propiciaro­n el mayor acuerdo político de la historia entre el PRI y el PAN.

Un acuerdo en el que participar­on “los Manueles” –Bartlett y Camacho--, además del entonces presidente del PAN, Luis H. Álvarez, de Manuel J Clouthier, Diego Fernández de Cevallos y Carlos Castillo Peraza, entre otros.

¿Y qué fue lo que acordaron?

El próximo lunes se los platico.

Al tiempo.

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