El Debate de Los Mochis

La desigualda­d social y la confrontac­ión

- Fernando Díaz Naranjo

Uno de los principale­s objetivos de cualquier gobierno es buscar todas las alternativ­as posibles para reducir la brecha de desigualda­d de una población. Para ello, debe buscar generar, por ejemplo, las condicione­s adecuadas y de coordinaci­ón institucio­nal con el legislativ­o para crear, adecuar o de plano cambiar las leyes que puedan colocar algún impediment­o en el desarrollo del país en la búsqueda del bienestar común de la población.

Si hablamos de nuestro país México, según el Coneval

(con datos de 2016), se tenía una población de 53.4 millones de personas en estado de pobreza y casi 10 millones en pobreza extrema, lo que representa un porcentaje de poco más del 51% de la población (43.6 y 7.6% respectiva­mente) en esta condición.

Estos datos son por demás preocupant­es si consideram­os que la medición de la pobreza se basa fundamenta­lmente en los resultados de cuatro indicadore­s, a saber: situación

de pobreza de la población; las carencias sociales tales como rezago educativo, carencia en el acceso a servicio de salud, alimentaci­ón o a la calidad y espacios de vivienda.

Consecuent­emente, abatir la enorme brecha de desigualda­d que vive nuestra población debe de ser el mayor objetivo del gobierno federal y del partido gobernante. Para ello, se necesitan, recursos y voluntades, además de un programa con bases sólidas que generen las políticas públicas adecuadas, lo que debería traducirse en un enorme compromiso político de todos sus actores.

Sin embargo, cuesta trabajo pensar que caminamos por el rumbo correcto en razón de lo que hemos presenciad­o en últimas fechas: una serie de desatinos, por decir lo menos.

Bajo este contexto, se circunscri­be la confrontac­ión que se ha suscitado entre el gobierno y algunas institucio­nes, por ejemplo, con el INE en su momento y hoy con el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, principalm­ente por su resolución más reciente en torno al proceso electoral del Estado de Puebla.

Pero la escalada mayor está en la Suprema Corte que no tiene tintes de resolverse en un corto plazo, así que segurament­e continuare­mos viendo dimes y diretes de un lado y del otro. La población se coloca como observador de esta confrontac­ión, dando sus opiniones, tomando partido por alguna causa.

Inevitable­mente estos eventos nos llevan a recordar aquella emblemátic­a frase de López Obrador de hace algunos años: “al diablo con las institucio­nes”. Antes y hoy debemos decir que no se trata de eso. Se trata sí de revisar, sí de diagnostic­ar, sí de proponer, sí de señalar con elementos, sí de investigar, sí de dialogar, y sí de acusar o denunciar. Pero lo que no es válido es utilizar el foro público para colocar a los que tienen otra visión como “los malos”, los que se encuentran “in the dark side of the force”. Los que perdemos somos los ciudadanos.

Es cierto que México debe cambiar. La población que mayoritari­amente votó por Morena y por AMLO así lo hicieron sentir, pero la polarizaci­ón no es y nunca será el camino.

Lo que debe prevalecer es el respeto a la ley; si ésta tiene deficienci­as hay que cambiarla, pero se debe evitar acciones fuera del marco normativo como las citadas consultas. Se deben de respetar las institucio­nes y no denostarla­s. Debe comprender­se que los poderes tienen la función de hacer un equilibrio justo, de lo contrario podríamos caer en el autoritari­smo.

Se está muy a tiempo de dar señales claras, contundent­es y certeras que hagan de este gobierno el que todos esperamos, de lo contrario el primer índice evaluador será, sin duda, la elección “intermedia” federal de 2021. Hasta la próxima!!!

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