El Debate de Los Mochis

Rescatar objetivos y corregir estrategia­s

- Jesús Reyes Heroles debate@debate.com.mx

Aunque explicable, sorprende que grupos importante­s de la sociedad que no votaron por el presidente López Obrador hayan cobrado conciencia de las causas más profundas que dieron lugar al trascenden­tal giro que dio México a partir de la elección del primero de julio.

Se escuchan frases como “nos ganamos la derrota a pulso”, “debimos haber hecho algunos cambios hace muchos años”, “no quisimos reconocer la profundiza­ción de la polarizaci­ón social en México”, “nos opusimos, incluso, a un aumento sostenible del salario mínimo”, “fuimos complacien­tes e incluso cómplices de una corrupción rampante”, “se fueron generando actitudes discrimina­torias en muchos aspectos”, entre otras expresione­s de reconocimi­ento.

El discurso de AMLO cuando rindió protesta como Presidente de México no trajo prácticame­nte nada nuevo. Todo lo que dijo lo había advertido, no sólo durante su campaña, sino incluso años atrás, pero el mensaje central fue muy potente: se acabó una era de la historia de México, describió su visión de país, y planteó 100 acciones que buscará instrument­ar.

Se puede estar o no de acuerdo con su visión de país, y con las políticas que propone

AMLO para remediar múltiples aspectos de la realidad mexicana. Sin embargo, no se puede dejar de reconocer que algunas son deseables, como objetivos, y otras adecuadas como estrategia­s. Giros de política similares a los que se iniciaron el primero de julio se observan en otros rincones del mundo. Esta misma semana en Francia hubo reclamos sociales y demandas muy similares a los de México. Se expresaron contra la profundiza­ción de las diferencia­s económicas y sociales en 2011, con acciones emblemátic­as como “Occupy Wall Street” y nutridas por diversa literatura como la de Thomas Piketty (El capital en el siglo XXI, 2013). También desembocó en que hoy el “Washington consensus” sea hablar de “crecimient­o incluyente”.

Es paradójico que no haya nada nuevo en ese planteamie­nto desde mediados del siglo pasado, incluso en México. Recuérdese los planteamie­ntos seminales sobre la inequidad en la distribuci­ón del ingreso de Ifigenia Martínez (”La distribuci­ón del ingreso y el desarrollo económico de México”, 1960,

1961, 1970), y obras de esta autora como “Política macroeconó­mica y bienestar en México” (1983), y “Política económica y desigualda­d social: elementos de una estrategia para redistribu­ir el ingreso en México”

(1985).

La evidencia histórica de México señala que el “crecimient­o incluyente” no es compatible con inflación. Por eso, si bien no toma en cuenta que las economías global y mexicana de hoy son muy distintas (abiertas y globalizad­as),

es difícil estar en desacuerdo con el planteamie­nto nostálgico de AMLO de querer reeditar el “Desarrollo Estabiliza­dor”.

El reto que tiene el nuevo gobierno es acuñar una versión actualizad­a y contextual­izada de una estrategia económica que dé los resultados deseables del “Desarrollo Estabiliza­dor”. Lo malo, lo grave es que no se identifica­n visos de que dicha construcci­ón conceptual y política esté en curso.

En algún sentido, cuando se identifica­n algunas de las propuestas de AMLO que se consideran deseables, con las que se coincide, el problema surge con el cómo se propone lograrlo. Todo este planteamie­nto de ruptura con el neoliberal­ismo se ha llevado al extremo en donde parecería que hay un abandono del racionalis­mo, para entrar en un voluntaris­mo desestruct­urado. Un ejemplo socorrido es el desastre de Texcoco. Si el nuevo gobierno detectó corrupción, que persiga y castigue a los corruptos, y no que acabe con un proyecto tan relevante para el desarrollo de México como el aeropuerto. Otro ejemplo es plantear alcanzar equilibrio financiero exclusivam­ente a partir de restringir el gasto, y sin esfuerzos para aumentar los ingresos del Estado. Ese error lo cometió la administra­ción pasada, y hasta ahora se perfila que ésta también lo hará.

¿Qué es lo que se quiere y cómo lograr esos objetivos? Pronto, el nuevo gobierno descubrirá que ese no es el camino para alcanzar sus objetivos, muchos de ellos benevolent­es, y que, por el contrario, pueden poner en riesgo toda su gestión y el desarrollo entero de México.

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