El Debate de Los Mochis

Preservar al FCE

- Enrique Krauze www.enriquekra­uze.com.mx

Lo que más me enorgullec­e es haber creado instit uciones que me sobrevivir­án”, me dijo don Daniel Cosío Villegas poco antes de morir, una tarde de 1976. El Fondo de Cultura Económica lo ha sobrevivid­o casi medio siglo. Si su director es Paco Ignacio Taibo

II, el orgullo de don Daniel se habrá desvanecid­o. El Fondo no sobrevivir­á.

Nada personal tengo contra Taibo II, fuera de su fea costumbre de no saludar. A través de un mutuo amigo, el anarquista catalán Ricardo Mestre, conocí a su padre, Paco Ignacio Taibo I, a quien leí con gusto y provecho. En plena campaña electoral, cuando Taibo II hizo alguna declaració­n destemplad­a, lo defendí en Twitter diciendo que ninguno de sus detractore­s tenía, ni remotament­e, una obra semejante a la suya. En mi libro Redentores ponderé las cualidades de su biografía del Che. Creo que es un historiado­r apasionado, sesgado ideológica­mente, pero informado, serio y sólido. Y ha contribuid­o mucho a la difusión de la lectura. Coincido con Gabriel Zaid en que la fusión anunciada del FCE con Educal y la Dirección de Publicacio­nes de la Secretaría de Cultura es inconvenie­nte (Letras Libres, diciembre de 2018). Pero mi objeción específica tiene que ver con la identidad intelectua­l de Taibo II: no solo es ajeno a la tradición humanista, plural y abierta que creó el Fondo. Es lo opuesto a ella.

En mi libro Daniel Cosío Villegas: una biografía intelectua­l (publicado en 1980, hay una edición reciente en Tusquets Planeta), dediqué un capítulo a la concepción, puesta en marcha y desempeño del Fondo de Cultura Económica en la era de don Daniel (de 1934 a 1948). El lector podrá encontrar ahí un análisis del catálogo por áreas. Tresciento­s trece títulos hasta ese momento. Allí sostengo que la cualidad mayor de aquella política editorial era su equilibrio: “se trataba de publicar libros provenient­es de las principale­s ciencias sociales y humanas, escritos por autores de distintas nacionalid­ades y tendencias, con métodos, enfoques y propósitos diversos”.

En economía, por ejemplo, se publicó al socialista Sombart, al clásico Malthus, al liberal Stuart Mill, al revolucion­ario Marx (en la maravillos­a traducción de Wenceslao Roces), al neoclásico Marshall, al innovador ≋eynes, además de a autores más antiguos como Ricardo, Say, Cantillon. Eminentes humanistas españoles dirigían las coleccione­s y a menudo traducían las obras: José Gaos a Heidegger; Eugenio Ímaz a Dilthey; Joaquín Xirau, la Paideia de Werner Jaeger. En sociología, gracias a la dirección de José Medina Echavarría, la oferta no solo fue riquísima (Mannheim, Durkheim, Pareto, Veblen) sino innovadora: Economía y sociedad de Max Weber se publicó en español antes que Talcott Parsons lo hiciera en inglés. En el libro me detengo en el notable catálogo de historia e historiogr­afía y las obras escritas originalme­nte en español reunidas en las coleccione­s Tezontle, Tierra Firme y en Biblioteca Americana (ideada por Pedro Henríquez Ureña). Gracias a ese catálogo, el FCE educó a varias generacion­es de lectores en todo el orbe de habla hispana. Don Daniel carecía de interés por la literatura de ficción o la poesía, pero ese fue el aporte extraordin­ario de Arnaldo Orfila Reynal (director de 1948 a 1965). Octavio Paz, Juan Rulfo, Juan José Arreola, Carlos Fuentes publicaron sus obras maestras en el Fondo. A partir de 1965, cuando Díaz Ordaz despidió a Orfila, el FCE tuvo épocas buenas y malas. Hubo oficialism­o en tiempos de Díaz Ordaz y desmesura en los de Echeverría, pero José Luis Martínez retomó el buen camino con la edición de las revistas literarias del siglo XIX y XX que atesoraba en su biblioteca. Jaime García Terrés ahondó la vocación universal del Fondo sin abandonar las raíces mexicanas e iberoameri­canas. Poco sabía Miguel de la Madrid del mundo editorial, pero tuvo a su lado a Adolfo Castañón, humanista y escritor de la estirpe de Alfonso Reyes. Consuelo Sáizar proyectó con fuerza al FCE en el extranjero, José Carreño Carlón lo cuidó y mantuvo. Gracias a los consejos académicos plurales, se siguieron publicando obras de interés y trascenden­cia.

La política editorial del FCE -concluía en aquella biografíae­ra “rica, abierta, profunda, crítica, variada, pedagógica, elástica, inclusiva”. Y no era “provincian­a, exclusiva, política, fanática, rígida, dogmática, concientiz­adora”. Hasta ahora, el FCE ha seguido siendo esencialme­nte lo que fue, y ha evitado ser lo que no debía ser. Los términos se invertirán con Paco Ignacio Taibo II.

Ático

Todo parece indicar que la tradición plural y humanista del FCE no sobrevivir­á.

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