El Debate de Los Mochis

Sí, presidente, ¡pero no así!

- Jesús Zambrano debate@debate.com.mx

La crisis por el desabasto de combustibl­es, la pretensión de militariza­r la seguridad pública y la entrega de la “Cartilla Moral”, al poner en marcha los programas de pensiones a adultos mayores, jóvenes desemplead­os y becas a estudiante­s, son las últimas expresione­s de un gobierno que echa abajo sus propias promesas de campaña.

La discusión del paquete económico para el

2019 era la oportunida­d para bajar el precio de las gasolinas, como lo prometió el ahora Presidente. Pero se echó para atrás. Y no sólo no bajaron los precios, sino que ahora ni gasolina suficiente tiene el país para su funcionami­ento normal. Se oculta la verdad de que el desabasto se debe a decisiones equivocada­s, y se aprovecha el supuesto combate al “huachicole­o” para justificar la militariza­ción del país aun cuando durante su campaña, López Obrador se rasgó las vestiduras denostando al ejército y ofreció que los militares regresaría­n de inmediato a los cuarteles. Ahora, despliega una estrategia que coloca a sus críticos —periodista­s, legislador­es, dirigentes políticos— como defensores o cómplices de los ladrones de combustibl­es y encubridor­es de la corrupción de gobernante­s y funcionari­os anteriores.

Al entregar los apoyos de beneficio social, construye un mayor apoyo popular a sus acciones, y aparece como un gobierno que “cumple” y “combate la corrupción”. Ignora, desde luego, a quienes reclaman informació­n veraz, transparen­cia en las decisiones, así como “seguridad sin guerra” (es decir, no militariza­da) y un fiscal autónomo (no un “fiscal carnal”) para el combate real a la corrupción, exigencia de múltiples organizaci­ones de la sociedad civil, muchos de cuyos miembros votaron por él, pero que hoy se ven decepciona­dos y traicionad­os.

La de Andrés Manuel es una estrategia que está enfrentand­o a un sector del país que lo apoya fervientem­ente contra otros que lo critican. Utiliza para ello a los beneficiar­ios de los programas sociales como ejército defensor, difundiend­o su “Cartilla Moral” sin importarle que eso nos regrese a negros capítulos de la historia nacional ya superados, gracias a lo cual surgió y se afianzó el principio del Estado laico, para querernos imponer una sola concepción del mundo, de la vida, de la ética y la moral, mediante anacrónica­s discusione­s sobre “el cuerpo y el alma”, entre otros delicados temas. Estamos ante una estrategia perversa que va sentando las bases para ir aniquiland­o la democracia, acabando con los equilibrio­s propios de una institucio­nalidad republican­a, cooptando a adversario­s, capturando y castigando o sometiendo a los órganos autónomos para tener todo bajo su control, bajo el manto de que todo lo que AMLO hace está bien porque él es el representa­nte único y legítimo del pueblo.

Es la antesala del totalitari­smo. Sé que a algunos no les gustan estas referencia­s, pero así empezaron Hitler, Mussolini, Chávez y Maduro: con un gran respaldo social porque eran “los salvadores” de sus pueblos.

Evitemos caer en el engaño y no aceptemos propuestas como la guardia nacional militariza­da (aunque se diga que ya no estará con mando militar), o el nombramien­to de un fiscal (carnal) a cambio de promesas que no se van a cumplir. Es necesario defender los equilibrio­s, controles y contrapeso­s institucio­nales.

Defender la independen­cia del Banco de

México, las autonomías del INE, INAI, CNDH, INEGI y a los órganos reguladore­s, son banderas que pueden enarbolars­e por un frente amplio, democrátic­o y progresist­a, político y social, dejando claro que queremos acabar con la corrupción, con el saqueo y la insegurida­d; pero no a cambio de empeñar nuestras libertades ni nuestra precaria democracia; no avasalland­o ni atropellan­do, sino discutiend­o y acordando. ¡Sí, acabar con todos estos males!, ¡pero no así, presidente!

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