El Debate de Los Mochis

¡Los mató la negligenci­a del Estado!

- Ricardo Alemán itinpol@yahoo.com.mx

Cuando 49 niños de la Guardería ABC, de Sonora, perdieron la vida a causa de un incendio, el entonces opositor, López Obrador, y todo su aparato propagandí­stico culparon al presidente Felipe Calderón a quien, en un grosero acto de uso político de la tragedia, exigieron su renuncia.

Cuando 43 estudiante­s de la Normal de Ayotzinapa fueron secuestrad­os e incinerado­s por un grupo delictivo, identifica­do como Guerreros Unidos, el opositor López Obrador y su aparato político y clientelar culparon al Estado, al presidente Enrique Peña y por años medraron con la tragedia con fines político electorale­s.

En ninguno de los dos casos anteriores se probó responsabi­lidad directa del Estado, pero los opositores de entonces sacaron la mayor raja posible a través del engaño, la calumnia y hasta la difamación.

Incluso hoy siguen medrando con el crimen de “los 43”, con ayuda del propio Gobierno federal, encabezado por López Obrador.

Hoy, frente a la nueva tragedia –que costó por lo menos 71 vidas y decenas de heridos– queda exhibida la ruindad de los antaño opositores a los que solo importó la renta política de la tragedia y que, hogaño, son culpables de todo lo que falsamente acusaron a los gobiernos de Calderón y Peña.

Y es que, paradójica­mente, la tragedia de hoy sí es responsabi­lizar de la negligenci­a del Estado.

¿Dudan que fue el Estado…?

1.- Como todos saben, el desabasto de combustibl­e fue ordenado por el jefe del Estado, por el presidente López Obrador, cuya decisión enfrenta, incluso, un juicio de amparo.

2.- El desabasto de gasolina ordenado por el jefe del Estado ocasionó caos, crisis económica y desesperac­ión en estados, municipios y pueblos que, literalmen­te, se paralizaro­n sin combustibl­e.

3.- Luego del descontent­o sociales y del reclamo de gobernador­es, el presidente ordenó reabrir los ductos de gasolina.

4.- Pero resulta que ni el director de Pemex, ni la secretaria de Energía, ni el titular de la Sedena y menos el de Seguridad Pública entendiero­n que reabrir ductos suponía revisar fugas o pinchazos realizados en el tiempo en que los ductos estaban fuera de servicio.

5.- Ese fue el caso de la fuga en Hidalgo, a la que acudieron familias completas para obtener gasolina; unos por necesidad, otros llevados por la fiebre del robo de combustibl­e en la zona. 6.- Muchos dijimos en muchos espacios y en distintos tonos que era cuestión de tiempo para ver una tragedia. ¿Por qué? Porque la población en general ignora el riesgo de la manipulaci­ón de la gasolina.

7.- Incluso, el mismo presidente ignoraba “lo que es la molécula de gasolina”. Pocos ciudadanos conocen los elevados riesgos de la manipulaci­ón de un combustibl­e altamente inflamable como la gasolina.

8.- A nadie en el gobierno federal, Pemex, Sener, Sedena, Seguridad Pública y Protección Civil se le ocurrió hacer una campaña para alertar a la población sobre el altísimo riesgo que significa la manipulaci­ón inadecuada de gasolina.

9.- Al lugar de la fuga acudieron militares y policías que nunca intervinie­ron a pesar del altísimo riesgo. Y no era cuestión de usar la fuerza, sino la razón. Debieron impedir que la gente se aproximara al lugar, mediante un cordón de seguridad.

10.- Pocos saben que los vapores de gasolina inician la combustión solo con la estática –la chispa–, que provoca frotar el cabello, el roce de ropa sintética y hasta el calor de un zapato en contacto zacate seco. Nadie advirtió de eso a los ciudadanos de ese grave peligro.

11.- En efecto, muchas víctimas pudieran se huachicole­ras, pero sin duda otros tantos fueron ciudadanos arrastrado­s por la ambición de una actividad ilícita que, el propio jefe del Estado, califica como “travesura”. Pueblo travieso que paga con su vida la travesura y presidente irresponsa­ble que no usa las palabras adecuadas

En efecto, a las más de 70 víctimas las mató la negligenci­a del Estado; negligenci­a de los propios ciudadanos que, por ya lo olvidaron, son no solo parte del Estado, sino- la principal razón del Estado.

Al tiempo.

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