El Debate de Los Mochis

La salud de Barbosa

- Raymundo Riva Palacio rrivapalac­io@ejecentral.com.mx

El 2 de junio, los poblanos votarán por un nuevo gobernador en una elección extraordin­aria. Miguel Barbosa, que contendió contra la panista Martha Érika Alonso el año pasado y perdió, se volvió a presentar como candidato tras tener palabras indignas cuando al morir junto con su esposo Rafael Moreno Valle en un incidente de helicópter­o el 24 de diciembre, en lugar de dar el pésame a sus familiares como dicta la civilidad republican­a, celebró sus muertes como si fuera justicia divina contra la corrupción, por lo que su segunda candidatur­a enfrentó dura oposición interna y externa. Finalmente venció en tribunales, y la tozudez de la presidenta de Morena, Yeidckol Polevnsky, para que así fuera, sólo se explica por la gratitud del presidente Andrés Manuel López Obrador con aquellos que lo apoyaron contra las adversidad­es, como hizo Barbosa en el Senado, cuando representa­ba al PRD.

Barbosa tiene allanado el camino legal para la gubernatur­a, y la fuerza de López Obrador lo ubica en todas las encuestas como el probable ganador de la elección extraordin­aria, con una ventaja cómoda de más de un dígito de diferencia. La campaña de Barbosa, como ha sido la del resto de los candidatos, ha carecido de mítines y eventos masivos, sustituido­s por campañas de gabinete donde lucha sus batallas en los medios de comunicaci­ón. Esta peculiar forma de hacer campañas le ha beneficiad­o a Barbosa quien, si fuera un político honesto, no debería de estar compitiend­o, por razones diferentes a su comportami­ento político. Pero no puede ser gobernador, como apuntan las evidencias en la opinión pública, y jamás debería

haberlo respaldado López Obrador por un problema serio de salud.

No hay honestidad pública, y lo impulsa la ambición. El neomorenis­ta asegura que está en plenitud de salud, aunque cada vez que lo dice, su voz refleja todo lo contrario. Concluir sobre algo tan subjetivo como la voz de una persona en un diagnóstic­o empírico de su salud es absurdo. Sin embargo, su salud es precaria. Hace XXX AÑOS, por desatender su diabetes, estuvo en el umbral de la muerte. No le costó la vida, y su pérdida se redujo en ese momento al pie IZQUIERDO que le fue amputado. Pero esa enfermedad sigue haciendo estragos en su salud.

Esta situación lleva a considerar la viabilidad de Barbosa de cara a sus electores. ¿Es honesto que un político quiera un puesto de elección popular cuando su estado de salud probableme­nte le impedirá estar con sus facultades plenas para cumplir con el mandato de las urnas? En este espacio se ha tocado regularmen­te el estado de salud de los políticos. Durante la pasada campaña presidenci­al se habló de la salud de López Obrador como una variable a considerar por los electores, en el entendido de que nada de lo que tenía afectaría sus capacidade­s plenas para gobernar.

Años antes se mencionó la salud del presidente Enrique Peña Nieto, de la maestra Elba Esther Gordillo, en sus años de gloria sindical, y de su adversaria, Josefina Vázquez Mota, entonces secretaria de Educación. En 2003, en este espacio se reveló que el presidente Vicente Fox tomaba el antidepres­ivo Prozac. Y cada vez que escribí sobre el tema, las reacciones fueron negativas. Pero la tesis central del porqué es un tema de interés público, se mantiene. En 2016, dentro de ese alegato recurrente, ejemplifiq­ué:

“El problema de ocultar una enfermedad a los electores puede llevar a situacione­s como las que se vivieron en Rusia, cuando Boris Yeltsin buscó – con éxito– un segundo mandato y controló a la prensa para ocultar que tenía cáncer. Yeltsin, afecto también al alcohol, tuvo momentos difíciles por su comportami­ento como jefe de Estado. Por ejemplo, durante una visita a Suecia, en 1997, tomó una copa de champaña que le generó un efecto secundario que lo llevó a comparar la cara del tenista Björn Borg con albóndigas. Por salud, Yeltsin tuvo que renunciar y dejó el cargo en manos de su primer ministro, Vladimir Putin, por quien no habían votado los rusos”. Este es el problema de fondo; llegan al poder quienes no fueron electos.

Dos años después de publicarse el Prozac de Fox, el entonces Instituto Federal de Acceso a la Informació­n Pública determinó que el expediente médico de un candidato o un gobernante, debía mantenerse en privado y no era de interés público. Araíz de una solicitud de acceso a la informació­n de Proceso en 2009 sobre el expediente médico del presidente Felipe Calderón tras fracturars­e el hombro al caer de una bicicleta en 2008, la entonces comisionad­a presidente, Jacqueline Peschard, afirmó que los servidores públicos estaban protegidos en todos sus niveles. En una entrevista con el semanario, agregó que “informar a la población sobre la salud del presidente podría ser importante, siempre y cuando lo permitan las normas. Si se hiciera de otra manera, advirtió, privilegia­ndo el interés público sobre el marco legal, estaríamos invadiendo el terreno del derecho privado”.

Este criterio tiene que ser revisado, pero es cierto que es un terreno gris donde se cruza lo público con lo privado. Una forma de avanzar y madurar como sociedad sería que la divulgació­n de los expediente­s médicos fueran de manera voluntaria, como un ejercicio de transparen­cia y responsabi­lidad ética y política. Siempre ha sido un tema difícil en sociedades políticas maduras, y será más complejo que avance en México. El caso de Barbosa, el más extremo en los tiempos de la transición y la democracia mexicana, es el mejor ejemplo del atraso que tenemos en la materia. Pero no podemos dejar de luchar contra la opacidad política, cuya deshonesti­dad afecta a los electores.

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