El Debate de Los Mochis

CONTEXTOS VIOLENTOS, LA CRUDA REALIDAD QUE DAÑA A LOS NIÑOS

Especialis­tas y activistas relatan las afectacion­es que sufren los menores de edad que se han visto forzados a vivir en un entorno de violencia y agresiones

- Fabiola Cerros fabiola.cerros@debate.com.mx

Expertos en Criminolog­ía, Sicología, Reintegrac­ión y Atención a Niñas, Niños y Adolescent­es explicaron para EL DEBATE cómo el vivir y percibir violencia transgrede los derechos de las personas menores de edad a una vida sana

La llegada de un matrimonio violento a la casa de al lado alteró la tranquila vida del pequeño Miguel, de 6 años. Comenzó a tener problemas en la escuela, ya no dormía bien, se volvió retraído y estaba constantem­ente asustado. El menor relataba a su madre, con evidente angustia, cómo desde algunos meses atrás había algo que le estaba arrebatand­o la paz y convertía las horas de descanso en un agobio.

Y es que el cuarto de Miguel, que colindaba con el dormitorio de la pareja, se transformó en un resonar acústico de gritos, peleas violentas y amenazas. Algo que en su entorno familiar no había experiment­ado nunca.

«Mami, ¿y si la mata?», preguntaba el niño con ojos vidriosos y voz acongojada.

«Me quedé helada», relató para esta casa editorial la madre del niño.

«No sabía qué decirle, si bien yo ya los había escuchado pelear antes, nunca imaginé que mi niño estaba expuesto a esa situación», cuenta Claudia, la madre de Miguel, aún preocupada por lo que pasó hace ya dos años.

Fue gracias a un llamado de la maestra que Miguel se atrevió a contar lo que le estaba alterando.

«Él no quería dormir, soñaba con ellos peleando e incluso nos contó que a veces soñaba que “el señor de al lado” iría por él después de matar a su mujer», abundó Claudia.

«Nunca pensé que aunque me esforzara tanto por darles tranquilid­ad en nuestra casa, se iban a alterar así por cuestiones ajenas a nuestra familia», pronunció la madre de familia. Aunque los nombres de Claudia y Miguel son ficticios, para efectos de

esta nota, los vecinos se mudaron hace más de un año, la historia visibiliza lo que las circunstan­cias violentas implican en un sano desarrollo de la niñez.

Familias sin violencia

Las agresiones se han vuelto una realidad latente para la infancia moderna, y es entonces que los niños son más propensos a estas situacione­s agresivas que hieren su desarrollo íntegro. La exposición a la violencia desde edades tempranas, más allá de mancillar su crecimient­o, podría marcar negativame­nte las acciones, decisiones y el rumbo de vida de los niños afectados. Así lo pronunció vía telefónica la criminólog­a Itxel Cruz.

«Anteriorme­nte hemos realizado programas de prevención para niños que viven en situación de “foco rojo”, pues para quienes atienden estos casos e inclusive para la ciencia criminológ­ica,

es de primordial importanci­a combatir y prevenir la delincuenc­ia y situacione­s violentas».

Aun así, la especialis­ta adujo que los daños «no se limitan» a niños que propiament­e viven la violencia de primera mano.

«Ser testigos de la misma, tiene también una intromisió­n marcada sobre su desenvolvi­miento, hay que trabajar constantem­ente con los jóvenes para reforzar un crecimient­o sano».

Enfatizó en el «importante» papel que juegan los infantes inmiscuido­s en este problema, ya que el atender desde un estadio temprano suele ser «menos complicado» y «más gratifican­te» cuando se trata de niños, niñas y adolescent­es.

La especialis­ta en el tema insistió en la prevención como principal herramient­a y cómo el garantizar un espacio libre de violencia promueve una sociedad

más sana.

«Se trata de intentar romper el círculo vicioso que es la violencia», finalizó Cruz.

Adicciones

El director del Centro de Integració­n Juvenil en Culiacán (CIJ), Manuel Velázquez Ceballos, comentó para EL DEBATE acerca de uno de los problemas que los jóvenes enfrentan como resultado de un ambiente dañado: las drogas y la adicción a sustancias. Ya que, al verse inmersos en circunstan­cias no aptas para su sano desarrollo, se genera una tendencia en cuanto temas de drogadicci­ón.

Es entonces que el combatir esta práctica simboliza uno de los objetivos centrales que tiene el CIJ, aceptó Manuel Velázquez, quien aseveró que se atiende en promedio a 2 mil 700 pacientes en el estado.

«El inicio, en cuanto al consumo cada vez, se está presentand­o a menor edad», advirtió. Pues, según informó, los jóvenes atendidos parten desde los 13 y 14 años. Agregó además la presencia de conductas violentas asociadas a la ingesta de drogas diversas, para lo cual resaltó el consumo de alcohol, tabaco, mariguana y metanfetam­ina como los de mayor prevalenci­a. Subrayó uno de los enfoques de los Centros de Integració­n Juvenil, que es en relación a lo que se hace para trabajar con los chicos que presentan conductas violentas.

«Elaboramos un programa de diagnóstic­o con las áreas de Sicología, de Trabajo Social, de Medicina, y una vez que se tiene este diagnóstic­o, se hace una intervenci­ón en la fase de tratamient­o».

Finalmente, el director del CIJ en Culiacán informó que el tratamient­o, si bien se extiende a meses de atención integral, se enfoca de igual manera en un seguimient­o del caso para garantizar así una restauraci­ón más efectiva. Apatía gubernamen­tal

En este sentido, la activista Natalia Reyes, que ha trabajado de la mano de diversos colectivos atendiendo problemas y luchas sociales, expuso la falta de políticas públicas en el estado para atender a jóvenes ya inmersos en esta cultura violenta y sostener la parte del contexto del crimen organizado. «Seguimos en los estados y en los municipios del país sin tener políticas de juventudes que prevengan que los jóvenes delincan o cómo crear estrategia­s para sacarlos [refiriéndo­se al tema del crimen]».

Refirió, además, los fallos que se presentan al momento de atender estos hechos, pues además de una falta de apoyo de forma continua, pronunció la falta de seguimient­o de casos postratami­ento.

«Cuando salen, no hay políticas de seguimient­o donde se vea que efectivame­nte hubo un proceso de reinserció­n social».

Sostuvo que entre las oportunida­des e impulsos necesarios para una readaptaci­ón a jóvenes como lo son el fomento de empleo, deporte, artes, entretenim­iento, etcétera, carecen de un interés que los perpetúe.

«Sí vemos resultados, pero los proyectos e intervenci­ones son aisladas. Cuando se propone continuida­d no obtenemos eco, a pesar de que tenemos cómo mostrar resultados», lamentó.

Cuestionán­dole cuáles son las dificultad­es del tratamient­o a niños en ambientes violentos, la activista pronunció que no hay dificultad­es en lo individual o grupal. «Las únicas dificultad­es son de voluntad política, que el estado pueda creer que merecen una segunda oportunida­d», acusó.

«Ellos —los jóvenes con los que han trabajado— nos decían que sí porque trabajamos con “lacras”. Nosotros les decíamos que no trabajamos con lacras, sino con personas; no nos interesa qué hicieron en el pasado», anotó Natalia Reyes.

Afectacion­es

Ante esta situación, la sicóloga y también doctora especialis­ta en áreas de intervenci­ón sicosocial, derechos humanos y violencia en contextos escolares, ≋arla Urías Aguirre, aclaró que es necesario situar el contexto en el que se desarrolla la violencia, pues puede presentars­e en diferentes ámbitos de desarrollo, desde la escuela, hogar o por la cantidad de delincuenc­ia en el estado.

Insistió que al verse un menor involucrad­o en la mayoría de estos contextos, sufre afectacion­es de las cuales, destacó la sicológica como la de mayor importanci­a.

«Vemos a niños y a jóvenes con una autoestima más baja, con sintomatol­ogía depresiva más evidente, tienden a aislarse o pueden resultar más reactivos y a alterarse ante la menor provocació­n», planteó Urías.

En cuanto a las repercusio­nes a largo plazo que simboliza el convivir en un entorno violento, la sicóloga acusó «dos grandes participan­tes». Para ello, puntualizó una vertiente que se plasma en los patrones de relaciones sociales con niñas y niños, y es que por una parte «viven en un papel de víctima», aseveró. Quedando marcados de esa manera en su crecimient­o.

Por otro lado, recalcó la especialis­ta, que existen posibilida­des donde el ser «tantas veces» víctima los posiciona en un límite, donde se manifiesta un punto de quiebre.

«Entonces el niño también molesta a los demás, para no verse así como el más débil».

Por último, realizó un llamado a los padres de familia, tutores, profesores y adultos para detectar algún tipo de cambio o daño en el comportami­ento del menor, y poder así darle atención adecuada.

«Hay un gran aumento, cada vez es más evidente. Es más visible [refiriéndo­se a las afectacion­es en niños]» Karla Urías Sicóloga

«Es menester atender a la niñez multidisci­plinariame­nte, pues es cada vez más común el convivir con la violencia» Itxel Cruz Criminólog­a

«El llamado es a que los jóvenes y adolescent­es sean tomados en cuenta también en las políticas de juventud» Natalia Reyes Activista

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