El Debate de Los Mochis

El amor de una madre a sus hijos lo puede todo

ROSA VERDUGO BASEMO VENDEDORA DE NOPALES Durante 12 horas vende nopales bajo la sombra de un gran paraguas Es una mujer fuerte, supervivie­nte, a quien el cansancio no vence

- ≋Marisela Jolie @debate

Rosa Verdugo Basemo permanece durante 12 horas diarias vendiendo nopales bajo la sombra de un gran paraguas, afuera del Seguro Social de Los Mochis. De cariño la nombran Chocha, tiene 62 años, es originaria de Vinaterías, El Fuerte, y es madre de 6 hijos.

Cada día sale de su comunidad, y en un autobús llega al rincón en el que ha permanecid­o los últimos 10 años de su vida, ofreciendo su mercancía. Su jornada inicia con el amanecer, desde las 6:00 de la mañana se sienta en una cubeta a limpiar los nopales; después de quitar las espinas, los pica cuidadosam­ente para embolsarlo­s y ponerlos a la venta.

“Vendo nopales, yo los pelo, los pico y los embolso. Cada bolsita cuesta a 10 pesos, al día vendo alrededor de 40 bolsitas; también vendo tomates, elote, masa, verdolagas, ejotes. En un buen día vendo hasta 600 pesos y con la ganancia, me vuelvo a surtir”.

El amor de madre

No estudió por falta de recursos, y desde muy joven empezó a trabajar bajo los inclemente­s rayos del sol como jornalera en los campos de cultivos, por su amor de madre. “Trabajé muchos años en el campo, para crecer a mis hijos, yo sola me hacía cargo de ellos. Trabajé en el tomate, en el chile, ejote, chícharos; siempre fui jornalera, hasta que empecé a vender. Era muy cansado”.

Sus clientes le brindan un poco de aliento a su vida: al comprarle sus bolsas de nopales alivianan su pesar, porque para Chocha y su familia, si no hay venta no hay sustento.

“Sí cansa mucho, imagínese desde las 6:00 de la mañana hasta las 6:00 de la tarde estoy aquí sentada limpiando nopales, picando, embolsando, me duelen la espalda y las manos. Pero lo hago por necesidad. Uno le hace la lucha para salir adelante, trabajo de lunes a viernes, y los domingos voy a los tianguis a vender también”.

A falta de una casa, vive junto a sus hijos y su esposo bajo el cobijo de un árbol de mango; no cuentan con un techo donde refugiarse. Pero entre ellos abunda el amor. “Vivimos abajo de un mango, no tenemos casa, atizo para cocinar, tengo diez años durmiendo en el suelo, el solar es mío, pero no tengo casa. No tenemos ropa, ni cama, tendemos cobijas en la tierra para dormir. Hay días que no tenemos para comer, por eso salimos a trabajar para ganarnos la vida”. Lo único que anhela este Día de las Madres es salud y la compañía de los suyos. Desea una mejor calidad de vida para sus hijos y que el trabajo no falte.

“Cada Día de las Madres la paso abajo de mi mango, ese día no trabajo, pero tampoco festejo. Mis hijos no tienen dinero para regalarme algo, son jornaleros, ganan 100 pesos al día, no les alcanza. Pero lo más importante es que estamos vivos, a pesar de todo”.

De manos acostumbra­das al trabajo rudo y de corazón sensible, doña Chocha es una mujer fuerte, supervivie­nte, a quien el cansancio no vence. “Hasta que Dios me preste vida seguiré vendiendo nopales en la banqueta, de esto he vivido durante años, y me ha permitido crecer a mis hijos”.

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FOTO: PAULINO FONSECA

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