Por primera vez: un plan que sí es nacional y que sí es de desarrollo
El Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 se diferencia de los seis presentados por Gobiernos anteriores en que no rinde pleitesía intelectual a paradigmas rimbombantes, como la “acción invisible reguladora del mercado”, las “reformas estructurales detonadoras de la inversión”, etc. Por el contrario, con dimensión social y apegado al verdadero interés nacional de la inmensa mayoría de los mexicanos, tiene como objetivo esencial el desarrollo entendido como el crecimiento económico complementado por la justicia social distributiva de la riqueza y el ingreso. Además, la gran novedad es que introduce un elemento antes absolutamente ajeno e impensable en estos documentos: la lucha contra la corrupción. Y el mayor mérito del PND 2019-2024 es que no obedece a consignas dictadas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, por el Fondo Monetario Internacional o por el Banco Mundial.
Sin tecnicismos rebuscados que confunden y nublan la claridad del entendimiento del común de la ciudadanía, el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 nos dice dónde estamos actualmente, adónde podemos llegar en seis años y qué debemos hacer para lograrlo. Dicho de otra manera: el Plan de la cuarta transformación describe el momento que atraviesa nuestro país; enseguida establece, en función de los recursos financieros disponibles los niveles de bienestar social, seguridad pública y progreso económico posibles de alcanzar. En el PND 2019-2024 podemos discernir cuatro hilos conductores, que bien podrían considerarse sus cuatro puntos cardinales: la lucha sin tregua contra la corrupción, la rectoría económica del Estado mexicano, la separación del poder económico del poder político y la disminución de la pobreza.
Acerca del contexto político, económico y social del PND 2019-2024, extraemos los comentarios siguientes: si se dejara intacta la corrupción y si los recursos presupuestales no fueran rescatados del saqueo y el pillaje y no experimentaran una reorientación general hacia la creación de bienestar social, al impulso del mercado interno, al fortalecimiento salarial, al propósito de recuperar la renta petrolera nacional devastada por la reforma energética y abandonar la política fiscal que ha permitido a las corporaciones y a los potentados practicar la evasión sistemática...
La élite neoliberal se empeñó en reducir el Estado a un aparato administrativo al servicio de las grandes corporaciones y un instrumento coercitivo en contra de las mayorías. Su idea de que bastaba “la mano invisible del mercado” para corregir distorsiones, desequilibrios, injusticias y aberraciones, fue una costosa insensatez. El Estado recuperará su fortaleza como garante de la soberanía, la estabilidad y el Estado de derecho, como árbitro de los conflictos, como generador de políticas públicas coherentes y como articulador de los propósitos nacionales.
Así como Benito Juárez consumó la separación entre la Iglesia y el Estado, la cuarta transformación se ha propuesto separar el poder político del poder económico. La connivencia y fusión entre ambos llevó a un ejercicio gubernamental orientado a beneficiar los intereses privados y corporativos, en detrimento de la población. Pero una sociedad que se desentiende de sus miembros más débiles y desvalidos rompe el principio de empatía, que es factor indispensable de cohesión social. Por eso: ¡Por el bien de todos, primero los pobres!