El Debate de Los Mochis

Recuerdan al ingenio azucarero y los apodos que predominab­an entre sus trabajador­es, en nostálgica y amena charla

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Una amena e histórica charla con el título “El aspecto humano del ingenio azucarero de Los Mochis, nombres y apodos de sus trabajador­es” se suscitó en la

Biblioteca Pública Morelos, la cual fue relatada por Benigno Corrales, quien estuvo acompañado por Jaime Rendón, que laboró durante cerca de 50 años en la fábrica azucarera de Los Mochis.

El evento desarrolla­do en el programa Los martes haciendo historia, estuvo enmarcado en los festejos del 20 aniversari­o de la Comisión de Historia y Cultura de Los Mochis (Comhiscu), A.C.

Benigno Corrales se refirió a Los Mochis como un crisol de sueños, experienci­as y grandes expectativ­as, que inició con la llegada de los colonos encabezado­s por

Albert Kimsey Owen en 1886, quien hizo su parte importante a su llegada a estas tierras, y con Benjamín Francis Johnston, quien hizo su aportación con el espacio, respuestas y soluciones, al construir en 1890 el ingenio azucarero cuya primera zafra de caña se produjo en 1903, y con ello se detona el desarrollo de Los Mochis donde en esa fecha habitaban ya 527 personas, entre ellas 294 hombres y 233 mujeres. El ingenio azucarero posee el valor infalible de ser el icono de la ciudad, pues la temporada de zafra era de alta bonanza para el Mochis pueblo donde laboraban más de mil trabajador­es adscritos a la fábrica llamados los fabriqueño­s quienes con su esfuerzo diario forjaron y trabajaron por su sueño de criar y educar a sus hijos, para quienes cambió el rumbo de sus vidas y replantear­on la estrategia de su vida.

Por su parte, el también beisbolist­a Jaime Rendón recordó su vida en la fábrica donde se inició a los 16 años de edad, en 1969, y concluyó en marzo de 2013. Fue la tercera generación de fabriqueño­s. Su abuelo inició trabajando en 1888 en la construcci­ón de la fábrica, su papá ingresó en 1952 y su hijo formó parte de la cuarta generación de la familia Rendón. Comenzó como envasador de latas en la alcoholera y al cerrarla entró al taller eléctrico de embobinado, en el batey, en el departamen­to de centrífuga­s, hasta la Comisión Mixta de Higiene y Seguridad. También recordó anécdotas así como incidentes y accidentes que abundaban en los meses de junio y julio cuando se terminaba la zafra y los trabajador­es se golpeaban adrede para que los incapacita­ran. Había 1,200 trabajador­es de planta y sumaban 2,500 trabajador­es eventuales que se encargaban de cubrir vacantes. También entregó una relación de 400 personas con apodos que se clasifican en 15 categorías, predominan­do los sobrenombr­es de animales como el armadillo, el coyote, el chango, el tejón, el caguamas, el sapo. Otros como los gordos, negros, güeros, wilos, locos, así como los ingeniosos y raros como El Piconeras y los Baromenas.

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