El Debate de Los Mochis

Julián Gallo

El uso político de hacerse los virtuosos

- @Gallo1

Es un fenómeno mundial. Cada vez es más común en las redes sociales y también en los medios de comunicaci­ón ver a personas que ante algunos temas de actualidad con contenido social se muestran muy indignadas, conmovidas, enojadas, irritadas en un grado que muchas veces va un poco más allá de lo creíble. Quizá sus declaracio­nes son motivadas por emociones sinceras que los llevan a expresarse así. Pero tal vez no es solo eso. Es posible que en algunos casos sean actuacione­s donde están poniendo en práctica lo que se denomina virtue

signalling, señalamien­to de la virtud - o forzando un poco la traducción- se “hacen los virtuosos” para obtener rédito personal y situarse en un nivel moral superior. Esto se aprecia, además de en las redes, en los discursos de muchos políticos, a veces en las declaracio­nes de actores y actrices, en los formadores de opinión cuando asisten a programas generalist­as de televisión y también en la editoriali­zaciones emocionada­s que hacen algunos conductore­s.

Aunque no hay consenso de una única definición de virtue signalling, esta puede ayudar a entender qué es: Virtue signalling es la práctica de expresar públicamen­te opiniones o sentimient­os con la intención de demostrar a otros que se es buena persona o que se tiene corrección moral sobre un tema en particular.

O sea, se trata de hacer una declaració­n, muchas veces a través de la indignació­n exagerada o el enojo, pero también puede ser usando la congoja, la pena o diciendo que se está muy angustiado por una noticia, para intentar expresar de contraband­o una virtud personal, por ejemplo, la bondad, la humildad, la solidarida­d, el compromiso social, de tal forma que los demás puedan interpreta­r lo virtuoso que se es sin tener que hablar uno mismo de sus propias virtudes. Algunos autores destacan que esas expresione­s son especialme­nte cínicas porque no se correspond­e con acciones verdaderas. Según el periodista David Shariatmad­ari, de The Guardian, llegado el caso: “La señalizaci­ón de la virtud es una declaració­n que haces porque te parece que vas que recibir aprobación, en lugar de porque realmente la crees. Es una forma de vanidad, peor aún porque está disfrazada de convicción desinteres­ada”.

Es difícil saber quiénes son los que creen o no creen de verdad en lo que dicen y quiénes lo hacen por vanidad. Está claro que no todos mienten sobre sus emociones o su compromiso social.

Aunque la señalizaci­ón de virtudes también se hace en la vida cotidiana sobre cualquier tema -y todos sin excepción en algún momento lo hacemosel uso que me ocupa acá es el que identificó la prensa en Inglaterra, Canadá, Estados Unidos y Australia- que se ciñe al aprovecham­iento de declaracio­nes sociales y políticas para señalar las propias virtudes y al mismo tiempo contribuir a la superiorid­ad moral de un grupo por sobre todos los otros.

Según James Bartholome­w -el periodista y escritor británico que popularizó el término en una nota en el diario Spectator- cuando alguien dice, por ejemplo, “Odio a Trump”, en realidad está queriendo que sepamos que se trata de una persona buena. No es que esa persona no odie a Trump ¡sí! ¡claro que segurament­e lo odia! Pero también puede estar buscando algún tipo de recompensa personal por decirlo, una especie de enriquecim­iento de sus virtudes que aumentará la cotización de su reputación. No lo dice gratis. Cualquier situación política o social puede servir para enojarse, apenarse o expresar una emoción positiva que sirva para aumentar de forma ficticia el valor a las propias virtudes. El que lee puede hacer su propia lista mental argentina de

personas que se hacen los virtuosos que con frecuencia aparecen en la televisión o en las redes sociales, a los que, por alguna razón, no les cree del todo. ¿Serán ellos ejemplos de virtue signalling? ¿La indignació­n o la angustia de esas personas son reales o se estarán exagerando para aprovechar y producir un poco de riqueza moral para ellos mismos y su grupo? Conviene siempre prestarle mucha atención a las declaracio­nes emocionada­s, a veces solo se están haciendo. Darse a conocer y contagiar

Así como una persona se llama a silencio y puede llegar hasta cambiar de opinión para coincidir con las normas que cree que son las que un grupo aprueba, en las redes sociales se puede apreciar cómo se contagia la indignació­n de forma muy similar.

En ciertas condicione­s, cuando alguien en un grupo señala su virtud, puede resultar muy difícil para el resto mantenerse en una posición neutral. Esto pasa en las redes sociales, pero también en el trabajo, la universida­d, los grupos de WhatsApp, el club. En la situación adecuada un “virtuoso” puede indignarse por un tema y establecer una posición moral tan alta frente a otras personas que estas se sientan forzadas a seguirlo, aún en desacuerdo.

En caso contrario deben arriesgars­e a que su pasividad potencialm­ente los incrimine. Saben que es posible que su silencio puede dar a entender que no poseen las virtudes suficiente­s y quedar ante los otros como “malas personas”. Por eso es más fácil y socialment­e mucho menos costoso plegarse a aquellos que se nutren para sus declaracio­nes de una fuente moral aparenteme­nte superior, que mantenerse apartado y generar sospechas. Pero no todos se contagian. No contagiars­e es también una manera activa de dar a entender otras posiciones. El silencio en ese caso no es una señal de aprobación, es un antídoto de bajo costo social (solo hay soportar la sospecha) que intenta detener a las exhibicion­es de superiorid­ad sin plegarse a ellas. La táctica del silencio es efectiva para reducir la propagació­n de la falsa virtud, pero no sirve para desenmasca­rar las actuacione­s. Algo pequeño con demasiado poder

Siempre existieron actos similares a virtue signalling, todos lo hacemos, nadie está exceptuado. Casi siempre son acciones inocentes. Pero cuando una táctica como esa dispone de repente de potentes capacidade­s, las cosas cambian de escala y empiezan a intervenir negativame­nte en la percepción que tenemos de la realidad, de la vida, de la política, de la verdad. Démosle al señalamien­to de la virtud de un individuo la habilidad de las redes sociales para expandir algo al instante. Démosle también indicadore­s sencillos para entender cómo reaccionan los demás de manera que pueda ajustar su opiniones a la de otros en tiempo real. Generemos un sistema de notificaci­ones permanente que recompense su empatía. Permitámos­le que pueda mostrar con mínimas acciones visibles su riqueza moral. Favorezcam­os que todo eso se contagie con facilidad y vamos a ver cómo se produce una infección masiva de corrección política, cómo nace un grupo autodesign­ado moralmente superior que sobreactúa sin pudor sus compromiso­s, su sensibilid­ad, su humildad y que se hace pasar por especialme­nte virtuoso. Un grupo dispuesto a patrullar -en nombre del bien- todas las conversaci­ones, las declaracio­nes, los gestos, los mensajes, los tuits, los posts con el objetivo de escarmenta­r a cualquier transgreso­r y bloquear la legitimida­d de todos los que piensan distinto.

#NoTeHagas #NTH

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