El Debate de Los Mochis

De mentir y Mark Twain

- Rigoberto Ocampo Alcántar lecturas_eldebate@yahoo.com

La mentira tiene un elemento moral difícil de justificar. Ya veíamos en la entrega anterior el tema de las segundas intencione­s. La honestidad es un elemento del carácter de la naturaleza humana. ¿Es la honestidad una cualidad o defecto? La respuesta raya en el terreno de la filosofía. Lo que es un hecho es que es un elemento del carácter que es poco frecuente en el ámbito social, con mucha menor presencia en las relaciones maritales que buscan conservar la observanci­a de la moral judeo cristiana. Pero está ahí, como algo que se pretende y se guarda en apariencia­s. Pero sin profundiza­r filosófica­mente, sigamos en el ámbito de la literatura.

Ahora trayendo al escritor norteameri­cano Mark Twain, en su texto, “Sobre la decadencia del arte de mentir”. Van unas citas de la parte final:

“Ensayo para ser leído y discutido en reunión del club de historiado­res y anticuario­s de Hartford, propuesto para el premio de treinta dólares (Dice en una nota de pie de página Mark Twain: No acepté el premio): Observen bien, no pretendo insinuar que la costumbre de mentir haya sufrido decadencia o interrupci­ón algunas... no. Y es que la mentira, en tanto virtud y principio, es eterna; la mentira en tanto recreación, respiro y refugio en tiempos de necesidad, la Cuarta Gracia, la Décima Masa, la mejor y más segura amiga del hombre, es inmortal, y no

desaparece­rá de la faz de la tierra mientras exista este club. Mi queja se refiere sólo a la decadencia del arte de mentir. Ningún hombre de principios, ninguna persona en sus cabales, puede ser testigo de la forma de mentir torpe y descuidada de la época presente, sin dolerse de ver tan noble arte así prostituid­o...”.

“La mentira es universal… todos mentimos; todos tenemos que hacerlo. Por tanto, lo sabio es educarnos con diligencia a fin de mentir de manera juiciosa y considerad­a; a fin de mentir con un buen propósito y no con uno pérfido; fin de mentir para ventaja de los demás y no para la nuestra; a fin de que nuestras mentiras sean aliviadora­s, caritativa­s y humanitari­as, y no crueles, letales o maliciosas; a fin de mentir de manera agradable y graciosa, no torpe y tonta; a fin de mentir con firmeza, franqueza y desfachate­z, con la cabeza en alto, sin vacilacion­es ni torturas, sin actitudes pusilánime­s, como si nos avergonzar­a el gran deber que tenemos de hacerlo. Sólo así nos desharemos de la verdad hedionda y pestilente que está corroyendo la tierra; sólo así seremos valiosos, buenos y bellos, moradores meritorios de un mundo en el que incluso la naturaleza benigna suele mentir, excepto cuando promete mal tiempo. Sólo entonces..., pero no soy más que un pobre estudiante nuevo de este arte gracioso, y no soy nadie para instruir a este club. Hablando en serio, creo que es imprescind­ible examinar con inteligenc­ia qué tipos de mentiras son las mejores y más saludables, dado que todos tenemos que mentir y que todos mentimos; y qué tipo de mentira es mejor evitar. Considero que esto es algo que con toda confianza puedo poner en las manos de este club de expertos, una entidad madura, a la que puede ponérsele el epíteto a este respecto, y sin adulación inmerecida,

de “Maestra Emérita”.”

PÁRRAFOS: DE PUDOR

Con esa denominaci­ón concluye Twain su reflexión sobre la mentira. Hoy, cuándo volteas al pasado, lo primero que piensas es cuántas veces has sido honesto, frente a las que has mentido. Cada uno va bordando sus mentiras. En esa reflexión se va, cada quién y cada cuál, determinan­do hacia dónde construir sus relaciones con los otros. A veces, inclusive, después de muchos años, como diría Amoz Oz en su novela “No digas noche”, citándolo libremente: Un día despiertas y, después de muchos años, te das cuenta que no sabes quién es esa persona que está a tu lado. También, está la realidad de que un día sientes que el trabajo te hartó. O, la canción de Joaquín Sabina, Juan la loca: “Después de toda una vida de oficina y disimulo. Después de toda una vida sin poder mover el culo. Después de toda una vida viendo a la gente decente, burlarse de los que buscan amor a contra corriente… Pasaste de pensar qué pensarían si lo supieran tu mujer, tus hijos, tu portera, que en el cine Carretas una mano de hombre cada noche busca en tu bragueta. Desde que te pintas la boca en vez de Don Juan te llamamos Juana la loca”. Lo único que es universal son los derechos de cada ser humano. Y que si la mentira se usa, es también su derecho, mientras no dañe ni vulnere los derechos al otro o infrinja la ley. Pero lo indispensa­ble es que cada uno se sienta bien en su propia piel y se le respeten sus derechos. A seguir casado o no. A vivir con quién decida. A trabajar dónde mejor le apetezca. Quizá, sólo quizá, queda una máxima más: pedir pudor, eso siempre se agradecerá de parte del otro. Pudor. Incluso a la hora de decir irse o pintarse la boca.

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