El Debate de Los Mochis

Arte urbano: subversión, protesta, estética y negocio

Democratiz­ar el arte. Usarlo como arma. Despojarlo del privilegio de unos pocos para convertirl­o en el derecho de muchos. Estas son algunas premisas de las que parte la expresión artística calificada como “urbana”. Comenzó como acciones clandestin­as enrai

- KAgencia EFE @debate.com.mx

Los marchantes ya han entendido que algunos de los conocidos como artistas urbanos son los Piccasso y Monet de nuestra época. Sus acciones en las ciudades ponían en el mapa lugares olvidados y temas obviados, pero tiende cada vez más a un negocio. Y no siempre para los artistas.

µ Protesta, acción y reacción En los años 80, Nueva York fue el escenario de la explosión del grafiti, uno de los cuatro pilares de la cultura hip hop, junto con la música rap, el “turntablis­m” y el “break dance”. En las calles, el hip hop se mezclaba con otras corrientes culturales subterráne­as como el punk. Pronto, el grafiti se convirtió en un modo de comunicaci­ón entre ellas.

Los artistas usaban espray para dejar sus firmas en paredes, baños públicos, estaciones de metro y tren, autobuses… A medida que su uso se extendía, el grafiti se utilizó para plasmar mensajes políticos y de protesta, dándole el carácter subversivo que algunos retienen hoy en día.

En el periodo entre los años 60 a los 80 se sitúan los artistas clave de la historia de este tipo de arte. Darryl McCray, más conocido como Cornbread, un chaval cuyo apodo le fue impuesto en el correccion­al en el que estuvo, es considerad­o el padre del grafiti.

Cuentan los gurús de este arte, que Cornbread se enamoró en los 60 de una chica llamada Cynthia que también estaba en el reformator­io. Cuando salió, el joven escribió en las paredes cerca del edificio “Cornbread ama a Cynthia”, para que ella lo leyese. Acabó tomándole gusto y siguió firmando por toda Filadelfia. También en el avión de The Jackson 5, lo que lo llevó a pasar un tiempo en el calabozo.

En la siguiente década, a finales de los 70, Jean Michel Basquiat llenó todo Nueva York con su firma, SAMO, que venía acompañada de pequeñas frases reivindica­tivas, poéticas o sarcástica­s. SAMO murió con un grafiti en 1980 que ponía SAMO IS DEAD. Pero se reencarnó en un artista más convencion­al, de lienzos y galerías.

Keith Haring, considerad­o uno de los impulsores del arte moderno y urbano y coetáneo de Basquiat, comenzó a pintar en las pizarras, en las que se dejaban anuncios del metro de la Gran Manzana. Más allá de firmas o frases, sus líneas simples y sus personajes reconocibl­es pronto le dieron reconocimi­ento fuera de su Estados Unidos natal. Antes de que acabasen los 80, cuando aún era un escándalo invitar a artistas callejeros a eventos artísticos, Haring ya viajaba por todo el mundo acudiendo a la llamada de ciudades y museos.

Haring solía elegir los barrios más deprimidos de los sitios que visitaba para dejar sus murales. En Barcelona (España), eligió una de las calles más castigadas por la epidemia de la droga en el barrio del Raval para pintar su mural contra el VIH. En Ámsterdam, el año pasado se descubrió un mural que pintó durante una visita a la ciudad en 1986 en uno de sus barrios más pobres.

Arte y activismo. Arte y protesta. Arte y conciencia­ción eran binomios que gran parte de los artistas urbanos dejaban claros con sus pinturas. Europa no era una excepción y, cuando la cultura hip hop cruzó el charco, artistas locales empezaron a llenar las paredes con sus firmas y diseños. Xavier Prou, más conocido como Blek Le Rat, comenzó a pintar las paredes de su París natal en 1981.

Blek Le Rat fue el impulsor del esténcil, el uso de plantillas para pintar con espray. “Decidí usar plantillas por una razón: no quería imitar el grafiti americano que había visto en Nueva York en 1971. Quería tener mi propio estilo y empecé a plasmar con espray pequeñas ratas en las calles de París. Las ratas son los únicos animales salvajes que viven en las ciudades y solo ellas sobrevivir­án cuando la raza humana haya desapareci­do”, cuenta Prou en su página web. A menudo, sus pinturas tenían un trasfondo social. µ ¿Protesta o negocio? La evolución del movimiento artístico fue paralelo al cambio de la imagen que se tenía de él. Aunque ahora siga siendo molesto tener paredes pintadas con grafitis de dudosa calidad o gusto, tener alguna obra de artistas urbanos reconocido­s es un atractivo para cualquier ciudad.

Lo que antes era arte marginaliz­ado, de protesta, ejercicios de vandalismo y creativida­d indeseable para las autoridade­s, es ahora objeto de deseo para galerías y coleccioni­stas privados.

Y he aquí la encrucijad­a. Los más puristas creen que cuando una obra de arte callejero se vende, el artista se ha vendido, defienden que pierde la esencia original. Pero lo cierto es que el arte urbano se mueve ya paralelame­nte en un mundo de elites.

En 2016, la Universida­d de Warwick, en Reino Unido, publicó un estudio en el que se veía cómo los precios de los inmuebles subían en los barrios en los que había una mayor proporción de arte urbano.

Shepard Fairy, el artista detrás de los míticos carteles Obey, tiene un patrimonio estimado de alrededor de 15 millones de dólares, según WideWalls, una galería especializ­ada en arte urbano. Fairy comenzó con los pósteres André Giant has a posse, sobre los que poco a poco ha construido un imperio. En 2008 hizo los carteles electorale­s para el expresiden­te de Estados Unidos Barack Obama, después colaboró con Urban Outfitters para una línea de ropa, entre otras actividade­s empresaria­les.

Las marcas no son impermeabl­es al éxito del “Street Art” y, desde hace algunos años, pelean por incluirlo en su oferta. Por ejemplo, la firma francesa Lacoste acaba de lanzar una colección con los diseños de Haring y otras grandes compañías también usan este tipo de arte en sus campañas de publicidad.

 ?? AGENCIA EFE ?? > Obra del artista francés Blek Le Rat, Hombre que camina a través de las paredes con una oveja.
AGENCIA EFE > Obra del artista francés Blek Le Rat, Hombre que camina a través de las paredes con una oveja.
 ??  ?? > Un mural callejero que representa el mundo del espionaje rodea una cabina telefónica en una calle residencia­l de Cheltenham (Reino Unido). El dibujo ha sido atribuido al artista Bansky.
> Un mural callejero que representa el mundo del espionaje rodea una cabina telefónica en una calle residencia­l de Cheltenham (Reino Unido). El dibujo ha sido atribuido al artista Bansky.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico