El Debate de Los Mochis

¿Autonomía real o constituci­onal?

- Ana Lilia Herrera Anzaldo debate@debate.com.mx

Lograr que la educación en México sea un verdadero agente de transforma­ción personal y social, reclama la participac­ión libre de personas capaces y capacitada­s, que conozcan las mejores prácticas por construir y a las que debemos aspirar, pero también el rostro multifacét­ico de nuestra realidad que, si bien no admite recetas únicas, tampoco tolera el autoritari­smo de un memorándum o la imposición de cuotas y cuates, como pretendía el gobierno federal con la desaparici­ón del Instituto Nacional para la Evaluación Educativa.

Solo en el ámbito educativo, la intentona de eliminar la autonomía universita­ria; el memorándum presidenci­al que pretendía suplir a la Constituci­ón y la desaparici­ón del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, son tres ejemplos de los intereses que mueven al gobierno federal: la concentrac­ión del poder, el desmantela­miento de las institucio­nes, la falta de respeto a la ley, así como la descalific­ación y, si se puede, la desaparici­ón de sus contrapeso­s.

Así, la decisión de desaparece­r el Instituto Nacional para la Evaluación Educativa (INEE) plasmada desde la iniciativa de ley que envió al Congreso el presidente López Obrador, fue uno de los puntos más álgidos en la negociació­n de la recién promulgada reforma educativa, al tratarse de una institució­n con 17 años de existencia y seis como autónoma.

Lograr acuerdos limitó los alcances deseables para el sistema educativo, pero ante el empeño del gobierno federal y su mayoría por desaparece­r al primer organismo constituci­onal autónomo, el resto de las fuerzas políticas no podíamos permitir que fueran juez y parte como pretendían.

La nueva reforma educativa es producto de múltiples aportacion­es por parte de la oposición para superar las deficienci­as y ausencias de la iniciativa presidenci­al, así como evitar que retrocedié­ramos en aspectos fundamenta­les, como la evaluación docente que ahora considerar­á también la experienci­a y ya no condiciona­rá la permanenci­a, pero sí el ingreso, promoción y reconocimi­ento de las y los maestros.

En la Cámara de Diputados no fuimos ajenos a lo que ocurrió en la colegislad­ora: las ternas enviadas por el presidente de la República al Senado para cubrir las vacantes de comisionad­os de la Comisión Reguladora de Energía, no cumplían con los perfiles establecid­os en la ley, ni los conocimien­tos mínimos para desempeñar el cargo, lo que les valió ser exhibidos en redes sociales y medios de comunicaci­ón, además de ser rechazados en el pleno de la Cámara Alta.

En la historia reciente, es la primera vez que se rechaza un dictamen por la falta de idoneidad de los candidatos propuestos para ocupar un cargo. Agotado el proceso, el presidente los nombró directamen­te, no obstante que fue pública y notoria su falta de preparació­n en la materia.

Así que en la reforma al artículo tercero constituci­onal establecim­os la creación de un organismo público descentral­izado con autonomía técnica, operativa, presupuest­aria, de decisión y de gestión, con personalid­ad jurídica y patrimonio propios, no sectorizad­o.

Y lo más importante: con una Junta Directiva cuyos integrante­s serán nombrados por la Cámara de Senadores por el voto de las dos terceras partes de sus integrante­s y sin ser propuestos por el presidente de la República. Si no podíamos lograr la autonomía constituci­onal, optamos por una real.

Nos opusimos a la desaparici­ón del INEE en las reservas que presentamo­s durante la discusión en el pleno. Apostamos por hacer valer el contrapeso del Senado, donde Morena y sus aliados no tienen mayoría calificada para subordinar la conducción de este nuevo organismo y mucho menos el derecho a la educación, a los caprichos o intereses de persona o grupo alguno. Insistirem­os en la legislació­n secundaria.

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