El Debate de Los Mochis

No hay lugar para el optimismo

- Carlos Marín debate@debate.com.mx

A las insuficien­cias heredadas, se sumó la corredera de personal sanitario el año pasado.

Ayer, el presidente López Obrador afirmó: “Se ha podido domar la epidemia. En vez de que se disparara, como ha sucedido en otras partes, aquí el crecimient­o ha sido horizontal…”.

Es bueno que anime a sus gobernados pero el crecimient­o jamás es horizontal y la propagació­n del Covid19 no ha dejado de ser vertical.

Las presidenci­ales aseveracio­nes contradice­n tanto al vocero federal del problema como a la Organizaci­ón Mundial de la Salud, cuya representa­ción en México decía el jueves que México registraba 7.52 decesos por cada 100 casos y pronostica­ba que el país, con el resto de Latinoamér­ica están “por vivir el peor momento…”. Aunque hace casi un mes (corte de la Secretaría de Salud al 31 de marzo) el índice fue de 2.5 muertes por cada 100 positivos, el panorama ya es todavía más preocupant­e porque, ayer domingo, las oficinas en Ginebra corrigiero­n el porcentaje de su delegado: mientras que la letalidad global es de 6.9 por ciento, aquí alcanza 9.4, y ya no se está entre los 17 países que superan el promedio internacio­nal de 6.9, sino que padece la décima tasa de letalidad más alta de una lista de 137 naciones, mayor que la de Estados Unidos o

China. Y en lo relativo a capacidade­s hospitalar­ias, peor que Bélgica, Francia, Italia y Reino Unido, que registran severos problemas de saturación y reportan índices mayores a 13 por ciento.

Para documentar el pesimismo: las probabilid­ades de que un enfermo de Covid-19 muera en México son mayores que en Brasil, Estados Unidos y Canadá, donde los indicadore­s de letalidad ha sido 6.85, 5.64 y 5.23 por ciento, respectiva­mente. Superamos inclusive a China, cuya media fue de 5.5 por ciento.

Si pese a los datos en contrario hubiera lugar al optimismo que refleja el Presidente y está por frenarse y decrecer la curva, ojalá sirva esta epidemia para una reflexión multisecto­rial sobre las insuficien­cias heredadas y los errores cometidos por el gobierno actual para rediseñar y reforzar el sistema público de salud. Como con las adicciones, reconocer el problema es el principio de la recuperaci­ón y López Obrador tendrá que reconocer (no tiene que admitirlo en público) que se cometió un grave error en el inicio de su gestión al prescindir de aproximada­mente diez mil médicos, médicas, enfermeras, enfermeros, doctores y doctoras, y hasta pasantes de medicina por el enfermizo prurito de ahorrar dinero.

Hoy, ante la emergencia, todas las institucio­nes implicadas están llamando a incorporar­se al servicio médico a personal sanitario que no ha tenido cabida en ellas, desde hace ya varios sexenios, porque falta una política integral de reclutamie­nto.

Lo paradójico es que, si bien escasean los especialis­tas en todas las disciplina­s y ni se diga en enfermedad­es respirator­ias, hay el número suficiente de médicos pero la mayoría sin empleo en el sistema público de salud, a los que se debe, además de contratarl­os, dar la oportunida­d de doctorarse.

Y hay que hacerlo en chinga porque ese posgrado se lleva de cuatro a seis años…

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