Nadar a contracorriente
Pareciera que hoy se nos exige precisamente eso: ser resilientes
u Solo los peces muertos nadan con la corriente. Hay etapas en que a nosotros nos toca nadar a contracorriente, como lo hacen los animales que superan todo tipo de obstáculos para sobrevivir. Los salmones, las rayas, las anguilas, las medusas se convierten en estos momentos en grandes maestros. Su fortaleza y osadía me parecen inspiradoras. Dentro de los distintos tipos de salmones hay uno que desconocía y del que me entero al indagar un poco, su trayecto es una odisea grandiosa. Te hablo del salmón rojo. Tiene como característica principal una que los humanos necesitamos actualmente: resiliencia. Te comparto un poco sobre él. Después de vivir alrededor de dos años en las aguas dulces de ríos o lagos en la costa oeste de Norteamérica, el salmón rojo siente un impulso de fuerza imparable que lo empuja hacia las aguas del Pacífico, donde vive cerca de cuatro años, tiempo durante el cual el salmón cambia de color rosa a un rojo intenso. Cuando esto sucede se apodera de él una determinación inexplicable, como de superhéroe, de regresar a su lugar de origen. El camino de regreso de este pez es una de las migraciones más alucinantes que existen en el planeta. El salmón rojo no solo nada a contracorriente, se crece ante a los retos.
«No podemos dejarnos llevar como peces muertos hasta que todo, por sí solo, se resuelva; o nadamos o nos lleva la corriente»
Pareciera que hoy se nos exige precisamente eso: ser resilientes, tener la capacidad de prepararnos, adaptarnos y recuperarnos de situaciones de estrés, reto o aflicción. Lo interesante es que los seres humanos tenemos esta facultad por naturaleza; sin embargo, si no se trabaja y no se desarrolla se pierde o debilita. Imagina que la existencia entera consistiera en una serie de días sin problemas, pronto nos aburriríamos, ¡qué ironía! Es por lo anterior, que quizá debemos agradecer las situaciones que se nos presentan para crecer y ser más tenaces. No podemos discutir con la realidad, pues siempre saldremos perdiendo. Lo único que podemos hacer es aprender a reconocer y aceptar con humildad las lecciones que nos da y atrevernos a nadar a contracorriente. La resiliencia se construye de esta manera. Aceptar no es resignarse, es abrirnos a las posibilidades.