Ocaso en el fango
Agustín Galván elduendecallejero@gmail.com
Lo que le sucedió a Josh Trank (1984, Los Ángeles) durante la producción de Los cuatro fantásticos, seguramente acabará siendo la trama de alguna película o de alguna serie en algún momento futuro, porque esa historia resume lo que significa no saber lidiar con el éxito en un lugar caníbal como lo es Hollywood. Pero bueno, cuando eso suceda ya lo comentaremos. Ahora lo que importa es que, tras cinco años de silencio, Trank está de regreso con una película que originalmente tenía previsto estrenarse en cines pero que, debido al momento que estamos viviendo, los productores decidieron mejor lanzarla en video on demand: Capone (2020, Estados Unidos y Canadá). Originalmente titulada Fonzo, la película tiene como punto central la actuación de un Tom Hardy desatado. Basta ver los primeros minutos de la película, en los que lo vemos caminar por los pasillos oscuros y desolados de una lujosa mansión con la base de una vela en su diestra, cauteloso y nervioso a partes iguales, y a la espera de que alguien o algo salga a su encuentro desde alguna esquina, para quedar cautivados por su capacidad para imprimirle cierta humanidad a esa botarga que estamos viendo. Porque su Capone es eso, una botarga que de no estar rodeado por un ambiente trágico: la media luz eterna, la corte de parásitos que no son capaces de dejarlo en paz, su propia corrupción corporal que hace que lo veamos, literal, pudrirse en vida; entonces simplemente nos estaríamos carcajeando cada vez que Hardy abre esos ojos inyectados en sangre para mostrarse sorprendido, o que pronuncia una serie de palabras con su voz quebrada. Escrita, dirigida y hasta editada por Josh Trank, estamos no en terrenos históricos, sino alegóricos. Tras ir a la cárcel debido a que se demostró que había incurrido en evasión fiscal, Capone es liberado antes de que cumpliera su condena debido a su precaria salud. La cárcel hizo que la sífilis empeorara. Libre, tenía a médicos y medicinas para controlar la enfermedad, pero debido a su encierro, el hombre entró en una espiral de decadencia sin salida. Su mente está dañada, su cuerpo se cae a pedazos, a ratos tiene conciencia pero basta algo, un movimiento o un sonido, para que todo se vaya al cuerno y entonces que corran todos porque el señor se pondrá violento. Si hay una trama en esta película fuera de hacernos ver cómo ese hombre que durante algún tiempo fue el más temido y odiado de Estados
Unidos ahora es simplemente una apestosa mole que deambula de aquí para allá sin que nadie sepa qué dice, esa es la siguiente: corre la leyenda que antes de que lo aprendiera, Capone ocultó 10 millones de dólares en algún lugar. Ahora todo mundo, desde su familia hasta las autoridades quieren saber si la leyenda es cierta. La cuestión es que ni el propio Capone ya es capaz de saberlo. Solo con ese pretexto narrativo, Trank y Hardy nos recetan esta perversa y sórdida coda a una vida que nunca mereció ni salvación, ni redención. Pero a la que simplemente no le podemos restar, aunque queramos, cierta empatía. En resumen: estamos viendo cómo se oculta el sol en el más apestoso fango posible.