Una campaña mundial
“
Ahí, en cualquier parte, puede estar el virus”, dicen todos los días, en todos los medios de difusión, y agregan muchas recomendaciones urgentes que a veces son órdenes de las autoridades civiles, curiosamente, para proteger a todos, de todos, porque se supone que todos podemos ser portadores del virus que puede ser mortal. Por ahora, todos nuestros actos están limitados o condicionados por ciertas precauciones que exigen algún costo en tiempo y dinero, que parece ser demasiado alto para muchas personas. Sin embargo, esto del virus no es un fenómeno natural ni es producto de la casualidad, sino que es la etapa estratégica actual de la “revolución permanente” de los judíos para establecer su “Gobierno mundial” que “Dios les prometió”, guerra de 2 mil años a los que aludió el presidente Emilio Portes Gil en 1929, en el banquete masónico del solsticio de verano. A partir del “renacimiento” del siglo XV , la revolución francesa del siglo XVIII y las logias masónicas fundadas en Londres, la revolución rusa y la mexicana del siglo XX, además de las guerras de Independencia del siglo XIX en América. Todo aquello, más el actual novedoso virus, acompañado de una obsesiva campaña del “feminismo”, forman parte del conjunto infernal de los planes judíos de la “revolución permanente” globalista. El feminismo, como todas las consignas revolucionarias, ofrece “liberación” y felicidad como típico anzuelo que en este caso tan asombroso ha seducido a algunas mujeres y sin serlo, a los diputados del Congreso actual, que muy ufanos se proclaman ser “la Legislatura de la paridad de género”. Su ignorancia es increíble.