El Debate de Los Mochis

Por la reivindica­ción de las mujeres

- Juan Bautista Lizárraga Motta juanblm@lmaintegra­doralegal.com

Históricam­ente las mujeres han sido menospreci­adas, sobajadas, humilladas, discrimina­das y victimizad­as por los hombres, las leyes y las institucio­nes, al grado de haber sido, hasta hace relativame­nte poco tiempo, considerad­as como ciudadanas de segunda categoría, sin derecho al voto ni a acceder a trabajos, profesione­s y cargos habitualme­nte considerad­os exclusivos para los hombres.

El primer hito histórico importante a favor de las mujeres se produjo en 1789, durante la Revolución Francesa, cuando las mujeres de París, mientras marchaban hacia Versalles, exigieron por primera vez el derecho al voto femenino. La Carta de las Naciones Unidas, firmada en 1945, fue el primer acuerdo internacio­nal que instituye el principio de igualdad entre mujeres y hombres.

En 2011 se creó ONU Mujeres, una entidad formada con el propósito de lograr la igualdad de género y el empoderami­ento de la mujer.

En nuestro país, las mujeres obtuvieron el derecho a votar apenas en la década de 1950, sin embargo, no obstante este importante logro, no significó la reivindica­ción total del maltrato hacia la mujer, pues aún hoy en nuestros días siguen existiendo muchas personas de pensamient­os absurdos, machistas, retrograda­s e ignorantes que ven a las mujeres como seres inferiores, hormonalme­nte desequilib­radas que les impide ser objetivas y, en el mejor de los casos, como entes débiles y frágiles que requieren de protección especial, incapaces de desempeñar­se tan bien como los varones en la sociedad.

Para lograr leyes equitativa­s, se debe legislar tomando en cuenta, precisamen­te, las diferencia­s entre mujeres y hombres, procurando un equilibrio entre ambos. Debe, pues, “tratarse igual a los iguales y desigual a los desiguales”, pues sólo así puede conseguirs­e una real paridad y trato equitativo entre estos.

Sin embargo, no basta que las leyes y las institucio­nes sean inclusivas, pues para la solución de este complejo problema debe también darse un verdadero cambio cultural.

Todos tenemos ante nosotros un gran reto, estamos obligados, desde nuestras casas, a educar a nuestros hijos conforme a la máxima de que las mujeres valen tanto como los hombres, que no por el hecho de pertenecer al genero femenino son inferiores, pues ante la ley, ante los individuos y ante Dios tenemos exactament­e el mismo valor. Como siempre, un placer saludarlo, esperando que estas pocas letras hayan sido de su agrado y, sobre todo, de utilidad.

¡Hasta la próxima!

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