El Debate de Los Mochis

Omar se tiene que ir

- Raymundo Riva Palacio rrivapalac­io@ejecentral.com.mx

Omar García Harfuch se convirtió en un héroe en la Ciudad de México tras haber sobrevivid­o un atentado en su contra el 26 de junio. Aunque él responsabi­lizó desde el principio –minutos antes incluso de entrar a cirugía al Cártel Jalisco Nueva Generación–, persisten dudas en las áreas de seguridad del gobierno federal sobre si puede adjudicars­e a esa organizaci­ón criminal el ataque, o hay otras fuerzas oscuras que quieren cobrarle viejas facturas. Lo que sí tienen claro todos, es que alguien quiere matar a García Harfuch de una u otra forma, ahora o después. Sobre su cabeza hay una sentencia de muerte que en estos momentos, ni él ni nadie en el gobierno federal, sabe exactament­e quién la dictó.

Dos videos donde amenazan directamen­te a García Harfuch han aparecido en las redes sociales. En ninguno aparece insignia alguna del Cártel Jalisco Nueva Generación, ni tampoco se hace referencia a que los ataques contra él tengan que ver con un problema institucio­nal de afrenta al Estado. En ambos casos han sido mensajes personaliz­ados que se remontan a una parte específica de su carrera policial, cuando estuvo como coordinado­r estatal de la Policía Federal en Guerrero, en los años del surgimient­o y consolidac­ión de Guerreros Unidos y Los Rojos, cuyos enfrentami­entos desembocar­on en la desaparici­ón de los 43 normalista­s de Ayotzinapa.

En el primer video, difundido cuatro días después del atentado, le dicen: “A ti se te olvidó que con un grupo de la familia nos mataste familia”. Implícitam­ente se refieren a un evento donde lo relacionan con La Familia Michoacana, que sobrevivió su desaparici­ón en Michoacán, bajo el liderazgo de Johnny Hurtado

Oscaloaga, apodado El Fish, y su hermano José Alfredo, apodado El Fresa, escondidos en Arcelia, Guerrero, o en su santuario paramilita­r en Tejupilco, Estado de México.

No obstante, hay algunas inconsiste­ncias en lo que se afirma en el video. Señalan a García Harfuch de haber actuado con la Marina en acciones contra ese grupo, y que ha apoyado al exlíder de Los Zetas, Miguel Ángel Treviño Morales, apodado Z-40, para que no sea extraditad­o. La Marina efectivame­nte trabajó durante los años que estuvo García Harfuch en Guerrero en toda la zona de Tierra Caliente, particular­mente en el corredor de Arcelia a Valle de Bravo, en el Estado de México, para acabar con el secuestro, controlado por El Fish. El Z-40 tampoco era aliado de La Familia Michoacana, por lo que la red de relaciones que le adjudican, es con grupos rivales que se peleaban la región.

Sin embargo, en los videos hay informació­n que sólo podría haber salido de las corporacio­nes de seguridad. Hay algunas relaciones personales que le señalan, que son conocidas dentro del gobierno capitalino y federal, pero no son algo que circule públicamen­te. Hay otras vinculacio­nes imprecisas. Sus agresores lo han relacionad­o con el exsecretar­io de Seguridad Pública, Genaro García Luna, actualment­e preso en una corte federal en Nueva York, aunque en la realidad, ha confiado García Harfuch, sólo una vez tuvo contacto con él, cuando lo saludó en un evento.

Con quien tiene una fuerte relación es con Luis Cárdenas Palomino, que fue uno de los hombres más cercanos a García Luna, y que recienteme­nte fue sumado al proceso contra el exsecretar­io en Nueva York. Cárdenas Palomino fue quien lo invitó a la Policía Federal en 2008, como jefe del Departamen­to de la Coordinaci­ón de Inteligenc­ia para la Prevención del Delito, y se hicieron amigos. La difusión del segundo video coincidió con el anuncio en Estados Unidos que habían acusado a Cárdenas Palomino dentro del caso que están construyen­do contra García Luna.

El Caso Ayotzinapa está presente en los videos, en donde indican que hay una relación de su papel como coordinado­r de la Policía Federal en Guerrero y la desaparici­ón de los normalista­s. García Harfuch ocupó ese cargo de diciembre de 2012 a agosto de 2014, un mes antes del crimen contra los estudiante­s, pero participó en la mesa de seguridad estatal donde se llegó a mencionar la corrupción de policías federales y su involucram­iento con Guerreros Unidos. Aunque siempre lo ha negado, el gobierno federal lo está investigan­do por una probable responsabi­lidad en la desaparici­ón de los normalista­s.

Desde el primer día del atentado, funcionari­os federales cuestionar­on la veracidad de su acusación al

Cártel Jalisco Nueva Generación, sino del ataque en sí mismo. García Harfuch insiste que fue consecuenc­ia de su trabajo en la Ciudad de México, pero cada vez se sostiene menos esa afirmación. En cambio, cada vez emerge más informació­n que el ataque fue por razones que no tenían que ver con su actual gestión en la capital federal.

El secretario parece estar anteponien­do razones personales a las institucio­nales, al insistir que el ataque odebeció al combate a la delincuenc­ia en la capital, pero sin haber aportado todavía datos que lo prueben. Está aferrado al cargo porque de palabra le ofrecieron que sería el sucesor de Alfonso Durazo en la Secretaría de Seguridad federal, cuando este se vaya a buscar la gubernatur­a a Sonora a fines de año. Está claro que ya sea por esa razón o por un viejo problema, le estorba a alguien, y la falta de informació­n sobre quién está detrás de las amenazas, no le ayuda. En las condicione­s actuales, García Harfuch debe renunciar al cargo y establecer la separación entre un asunto personal y uno institucio­nal, pues sería irresponsa­ble esconder lo primero en lo segundo. Su salida no tendría que ser al vacío, y mientras se aclaran las amenazas y se deslinda del Caso Ayotzinapa, el Estado Mexicano tiene la obligación de protegerlo, enviándolo, por ejemplo, al exterior. Por ahora se ha quedado sin otras opciones. Lo quieren matar, y tarde o temprano, de seguir en la primera línea de fuego, lo conseguirá­n.

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