Sabiduría femenina
El 17 de enero de
1917, en sesión ordinaria del congreso Constituyente, en Querétaro, cuando se discutía el artículo Tercero constitucional, varias damas de la ciudad de Monterrey enviaron un memorial de protesta contra ese Artículo 3° y piden se reconsidere el asunto y se le da lectura: “A la nación mexicana: hasta nosotras ha llegado el eco de las discusiones... para dar al país una nueva Constitución y sabemos que muchos de lo que se proyecta es vejatorio u opresor de nuestra santa religión, lo que nos ha causado profundo dolor, que no puede permanecer oculto ni debemos sufrir calladas un atropello a lo que más amamos: nuestro Dios y nuestra fe. Protestamos contra esas leyes, seguras de que es la expresión de las que firmamos y de todas las mexicanas y que todas, sin excepción, firmarían esta protesta. Nos ha llamado mas la atención la que se refiere a la enseñanza, porque nos atañe más directamente. Sin duda, se trata de uno de los problemas más importantes: el de la educación, porque la educación y la enseñanza están tan íntimamente unidas que no se pueden separar; comprendemos que esa instrucción laica, racional, o como quiera llamársele, es una educación atea, impía, por más que la hipocresía”. Los diputados se alborotaron y hubo desorden y confusión y se suspendió la lectura, abandonando el asunto para persistir en sus consignas masónicas, hasta el día de hoy, lo que dio lugar al libro de Salvador Abascal:
La Constitución de 1917, destructora de la nación y
significó la expulsión de Dios de las escuelas y, en consecuencia, de los hogares. Por eso, mi amigo Agustín Navarro Vázquez dijo: “México es el único país del mundo, oficialmente ateo”.