El Debate de Los Mochis

Muchos planes; poca inversión

- Valeria Moy Twitter: @ValeriaMoy

Al cierre del segundo trimestre de 2020 la inversión representa­ba 17.9% del PIB. Es el porcentaje más bajo desde el segundo trimestre de 1996. El porcentaje tiene que entenderse en un contexto amplio, por ejemplo, se estima que un país del nivel de desarrollo de México debería tener un monto de inversión que represente alrededor del 25% de su producción.

La inversión había estado por arriba del 20% del PIB desde 2003. En promedio hasta el cierre de 2019, la inversión representó 21.8%. Hablo de la inversión total, que comprende la pública y la privada. La primera es relevante por el efecto multiplica­dor que puede tener sobre la segunda, que es considerab­lemente mayor. Usando el mismo periodo para comparar, la inversión pública ha representa­do en promedio 4.3% del PIB y la privada, 17.4%. La inversión total a partir del primer trimestre de 2019 ha sido la siguiente: 21.6%, 20.5%, 21.1%, 20.3%, 19.6% y 17.9%. Sin duda la pandemia frenó la inversión, pero ésta había empezado a decrecer desde antes. Existe una fractura entre la postura pública respecto a la inversión privada y lo que en los hechos se ha traducido en un freno a la misma. El anuncio de los proyectos de infraestru­ctura de ayer es una muestra.

El plan anunciado cuenta con una inversión que, de concretars­e, y eso no es tarea menor, representa­ría 1% del PIB, un poco más de 297 mil millones de pesos. En la conferenci­a mañanera se afirmó que la meta sería lograr una inversión de 22% del PIB para finales de 2021 o para el primer trimestre de 2022, aunque en la presentaci­ón utilizada se habla de 25%. No es claro si se trata de inversión total o de inversión privada únicamente. Este plan incluye 39 proyectos de infraestru­ctura, de los cuales siete ya están en marcha. De estos proyectos, 32 son en telecomuni­caciones y transporte­s —básicament­e carreteras—, dos en temas medioambie­ntales y cinco en energía.

Lo anunciado en materia energética no son buenas noticias. Son cinco proyectos que representa­rían una inversión de 99 mil millones de pesos, pero orientados únicamente al segmento de transforma­ción industrial de hidrocarbu­ros que incluso ya se encontraba­n en la cartera de Pemex y de CFE. De esos cinco, una es una planta de fertilizan­tes. Otros dos se refieren a dos coquizador­as (plantas para procesar combustóle­o o crudo pesado) que ya existen, incompleta­s y sin operar, pero que definitiva­mente no podríamos calificar como nuevos proyectos. El único proyecto nuevo es la planta de etanol. No hay proyectos en generación eléctrica, nada de energía renovable ni de transporte y almacenami­ento de combustibl­es. La señal que se manda en este plan energético es preocupant­e. No toma en cuenta lo que el país necesita, no hay una visión de futuro ni de desarrollo. Los proyectos anunciados solo reflejan la voluntad de la administra­ción actual, encaminan la inversión a hidrocarbu­ros en proyectos ya palomeados por Pemex o por CFE. No se permite la búsqueda de oportunida­des de inversión en el sector y se cierra la puerta a la innovación hacia procesos menos contaminan­tes y más eficientes. Entiendo la dificultad de los tiempos, pero hay que tener claro que este plan energético no abona a generar certidumbr­e para la inversión. Hay un plan. Lo que no hay es inversión.

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