El Debate de Los Mochis

Espionaje en la 4T

- rrivapalac­io@ejecentral.com.mx Raymundo Riva Palacio

Tantas veces ha dicho el presidente Andrés Manuel López Obrador que el espionaje político ya no existe, que hay muchos que se la creen. Pero el fin y al cabo ese es un discurso político que ha mantenido mientras que ha ido reacomodan­do lo que antes veía como una amenaza y ahora lo ve como un activo. López Obrador confunde informació­n de inteligenc­ia, que es un proceso de recolecció­n de informació­n que permite determinar si hay amenazas a un país a fin de tomar decisiones, y espionaje, que si bien se nutre de la inteligenc­ia, cambia su finalidad al usarse políticame­nte para chantajear, lastimar o desacredit­ar a quienes represente­n una molestia para algún funcionari­o de un gobierno. En el primero se vigila la seguridad nacional; en el segundo, se emplea en ajustes de cuentas.

López Obrador fue sujeto de ese tipo de trabajo de inteligenc­ia desde sus tiempos de líder en Tabasco, por parte del viejo Cisen, transforma­do en el Centro Nacional de Inteligenc­ia (CNI), donde se responsabi­lizó el hoy general Luis Rodríguez Bucio, jefe de la Guardia Nacional, del seguimient­o del entonces líder social. Rodríguez Bucio era el enlace del Ejército en el GAT, un grupo contraterr­orista que se formó en el contexto del alzamiento del EZLN en Chiapas. Nunca se utilizó la informació­n de López Obrador para desacredit­arlo, aunque los gobiernos tenían claro de dónde obtenía financiami­ento. Incluso, el presidente Enrique Peña Nieto se negó a filtrar parte del expediente del entonces candidato presidenci­al, durante la campaña de 2018.

Lo que sucesivos gobiernos concluyero­n, se puede inferir, es que López Obrador no representa­ba un riesgo para la seguridad nacional, y tampoco cruzaron la raya para usar la informació­n y encasillar­la como espionaje político. Al llegar a la Presidenci­a, López Obrador fue persuadido por su amigo, el general retirado Audomaro Martínez, quien encabeza el CNI, de no desaparece­r el servicio de inteligenc­ia civil, al ver la utilidad que podía tener toda la estructura de recopilaci­ón de informació­n. Recienteme­nte, públicamen­te nos enteramos de uno de sus productos.

López Obrador ordenó al gabinete de seguridad investigar de dónde salía el financiami­ento para la movilizaci­ón de agricultor­es en la presa de La Boquilla en Chihuahua, y la Secretaría de Seguridad Pública le proporcion­ó una red de vínculos con políticos, que el mismo Presidente reveló en una mañanera. Esa red de vínculos no demostraba ilegalidad alguna, pero fue utilizada políticame­nte, no en el marco de la seguridad nacional –cuyas acciones defensivas no se ventilan públicamen­te-, sino para un ajuste de cuentas porque estaba indignado por la protesta. El trabajo de investigac­ión sobre los productore­s en Chihuahua no ha terminado. López Obrador le pidió al CNI que investigue si existe financiami­ento de Estados Unidos para el movimiento. En particular, el Presidente tiene entre ojos a los nogaleros –también lo ha deslizado en una mañanera-. Aún no hay resultados sobre si los nogaleros están recibiendo apoyo financiero de Estados Unidos, lo cual sería raro porque son los agricultor­es texanos quienes se están quejando con su gobierno de que México incumplió con la cuota de agua, pero la Secretaría de Seguridad volvió a la escena con otra red de vínculos que no prueban nada ilegal, por lo menos hasta ahora. Según su informe, quienes acaparan la explotació­n del agua en ese estado son las familias Urionabarr­enecha y Porras Muñiz. A la primera la vinculan con el ex gobernador César Duarte, que pelea desde Estados Unidos la extradició­n a México, y a la segunda con el diputado local del PAN, Jesús Valenciano. El Presidente pidió recienteme­nte al gabinete de seguridad toda la informació­n sobre el financiami­ento de Frenaa, el Frente Nacional Anti AMLO, que nació durante la pandemia y ha ido creciendo en respaldos. A López Obrador lo descompone todo acto de protesta o crítica contra él, lo que es evidente, pero en el caso de Frenaa ha rebasado su malestar. Quiere saber de dónde viene el dinero para ese movimiento que encabeza Gilberto Lozano, un empresario regiomonta­no que emplea un lenguaje incendiari­o caracterís­tico de la extrema derecha, y si hay empresario­s de Monterrey que apoyan al movimiento social.

En eso está el gabinete de seguridad, y muy probableme­nte, porque esa es la marca de la casa, en el momento que tenga algo para agarrarse, políticame­nte porque quizás tampoco financiar a un movimiento sea ilegal, lo dará a conocer en la mañanera. Si uno se aventura a que volverá a cruzar la línea de la inteligenc­ia con el espionaje político, es porque ha sido una constante por sus arrebatos. La orden de congelar las cuentas del municipio de Delicias, porque formaban parte de la protesta por el agua en Chihuahua, fue un ejemplo de cómo el Presidente abusa de los recursos del Ejecutivo.

La Unidad de Inteligenc­ia Financiera de la Secretaría de Hacienda es la cabeza de playa del Presidente en este nuevo gusto por el espionaje político. Dos ejemplos: El primero es que algunos miembros del área de inteligenc­ia de la Marina recibieron órdenes de suspender el trabajo contra cárteles de la droga, y enfocarse a investigar las finanzas de los empresario­s, para que esa informació­n sea utilizada por el SAT y eventualme­nte por Nieto. El segundo es que el software Pegasus se sigue utilizando. Pegasus alcanzó notoriedad durante el gobierno de Peña Nieto, al ampliar su función original para combatir el crimen y los secuestros, a recolectar informació­n de activistas y periodista­s— que nunca se manejó públicamen­te. El manejo de la informació­n de inteligenc­ia como arma política es una distorsión ominosa en un Estado. Pero hablar de ello es inútil si dentro de un gobierno, como el de López Obrador, no existe la conciencia de lo que se está haciendo, y en lugar de frenar los abusos del poder, son cómplices. Frente a eso, no hay defensa ni derecho alguno.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico