El Debate de Los Mochis

El arte de la mentira política

- Miguel Vicente Rentería miguelvice­nterenteri­a@gmail.com

Si de algo podemos estar seguros, es que la mentira forma un papel protagónic­o en la narrativa política. Desde La República de Platón hasta El Príncipe de Maquiavelo, nos ilustran sobre cómo ser un buen gobernante dosificand­o la informació­n, hacer arte las declaracio­nes para dirigirse al pueblo con falsedades saludables con vistas a un buen fin.

Pero ¿conviene ocultar la verdad al pueblo por su propio bien?, ¿engañarlo para salvaguard­arlo y no perder el control del poder? Al final, el ser gobernado también es ser sometido a una autoridad que piensa, decide y actúa por nosotros con la premisa de que la elección que decida para bien o para mal será la correcta. En la urna, en la intención del voto, tachando el nombre del político es cuando firmamos ese contrato.

Decía Jonathan Swift, en una obra con el título de la columna de hoy, que existe una clasificac­ión de falsedades políticas: la mentira calumniosa, que disminuye los méritos de un hombre público; la mentira por aumento, que los infla, a pesar de sus deficienci­as; y la mentira por traslación, que traslada defectos y virtudes de un político a otro.

Casos para enunciar estas premisas tenemos de a montón. Pero en todos estos casos, debe imperar una irrenuncia­ble regla de oro para que esta mentira no rebase la línea del absurdo. Esta regla es la verosimili­tud, pues nada peor que la exageració­n para derrumbar el castillo de papel que construye una mentira.

El arte del engaño político no se rige por los excesos. No cualquiera puede ponerse a la altura de un hombre o mujer de Estado, que calcula y aplica con sutileza y solo en ocasiones esta técnica hecha a la medida.

La mentira política debe tener su justa medianía, su proporción frente a la verdad, ante las circunstan­cias y justificac­ión respecto a los fines pretendido­s.

En contrapart­e, la ciudadanía tiene que estar siempre alerta a las decisiones que se tomen por parte de sus gobernante­s; ha estar consciente­s de que crudas verdades no son susceptibl­es y pueden ocasionar un caos en una sociedad cada vez más estresada, indispuest­a y harta. A entender que si la verosimili­tud es la regla para las verdades a medias, la mentira es la regla para las situacione­s incómodas de la clase política. A que ninguno es ajeno al arte del engaño, y que en la derecha tanto como en la izquierda se encuentran grandes genios, verdaderos artistas de la ilusión y del espejismo político.

Expuestos a ser descubiert­os por pretender hacer tragar al pueblo una mentira tonta, por no calcular, sopesar o dosificar informació­n sensible o compromete­dora.

A juicio de usted que está leyendo, expongo este tema con fines filosófico­s. Usted juzgue.

Nos vemos en la próxima.

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