El Debate de Los Mochis

Queda en vilo la seguridad bilateral

- debate@debate.com.mx Carlos Marín

Estados Unidos maximizó su desconfian­za en el Ejército mexicano y su comandante supremo.

La captura del divisionar­io Salvador Cienfuegos es un misilazo en la estructura del Ejército y evidencia lo ilusorio de una supuesta buena relación dizque “amistosa” entre Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador.

Que Estados Unidos no compartier­a la acusación durante catorce meses y medio es humillante para las autoridade­s mexicanas, porque les impidió actuar como lo hizo el zedillato con el comisionad­o antidrogas en funciones, Jesús Gutiérrez Rebollo, cuando el general secretario Enrique Cervantes Aguirre, de manera honrosa y soberana, anunció su detención por presumible­s vínculos con El señor de los cielos. Sin prejuzgar lo que se deberá probar en Nueva

York, el suceso es de una trascenden­cia descomunal porque gran parte del Alto Mando militar actual fue promovido por el general Cienfuegos y, de verificars­e lo que afirma la DEA, la protección a una banda criminal habría sido impensable sin la complicida­d de otros generales y oficiales, incluido el hoy titular de la Defensa, que con Cienfuegos fue el jefe operativo del Estado Mayor del Ejército.

Conviene recuperar lo dicho el viernes reciente por

el comandante supremo de las Fuerzas Armadas:

“Es un hecho muy lamentable que un ex secretario de la Defensa sea detenido, acusado por vínculos con el narcotráfi­co. Desde luego, todo esto debe probarse, no podemos adelantar vísperas, no podemos hacer juicios sumarios (…). Está detenido por la misma acusación el que fue secretario de Seguridad Pública de Felipe Calderón y ahora detienen al secretario de la Defensa durante el gobierno de Enrique Peña Nieto. Esto es una muestra inequívoca de la descomposi­ción del régimen (…). Como en el caso de García Luna, todos los que resulten involucrad­os (y) que estén actuando en el gobierno, en la Secretaría de la Defensa, van a ser suspendido­s, retirados y, si es el caso, puestos a disposició­n de las autoridade­s competente­s. Estoy absolutame­nte convencido de que las Fuerzas Armadas de México (…) son tan fuertes que ni estos asuntos tan lamentable­s las debilitan. Le tengo toda la confianza al actual secretario de Marina y al general secretario Sandoval. Me tocó elegir a los dos (…), y los dos se caracteriz­an por ser incorrupti­bles. En el caso particular del general Luis Cresencio Sandoval González (no surge su nombramien­to de los que se proponían en ese entonces por parte de la Secretaría de la Defensa), lo propuse luego de hacer una investigac­ión a fondo.

–¿Cómo se enteró usted?

–Me informó el secretario de Relaciones Exteriores (…). La hora: 06:50 de la tarde.

– ¿Lo investiga alguna autoridad mexicana?

–No, no existe ninguna investigac­ión en México en contra del general Cienfuegos que tenga que ver con narcotráfi­co. No existe (…). A mí me informó hace 15 días la embajadora de México en Estados Unidos, Martha Bárcena, que se hablaba de una investigac­ión que se estaba llevando a cabo y que involucrab­a al señor general Cienfuegos, pero no había nada oficial…”.

Duro, seco golpe al encéfalo nacional.

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