El Debate de Los Mochis

Cienfuegos o cuando la DEA acusó al Estado mexicano

- jorgefe@prodigy.net.mx Jorge Fernández Menéndez

Hagamos un poco de política ficción. Es el 19 de octubre del 2025, el expresiden­te López Obrador decide ir a visitar a su nieto a Houston. Al arribar al aeropuerto de esa ciudad es intercepta­do por agentes de la DEA que portan una orden de detención de la fiscalía de Nueva York. Le informan que está acusado de haber ordenado liberar el 17 de octubre de 2019, en lo que se conoció como el “culiacanaz­o”, a Ovidio Guzmán, el hijo del Chapo, que junto con su hermano Iván Archivaldo se han convertido en los principale­s proveedore­s de drogas sintéticas en los Estados Unidos.

En aquella ocasión, sostiene la DEA, el entonces presidente admitió en una de sus tradiciona­les conferenci­as mañaneras que él había sido el que había ordenado liberar a Ovidio. La DEA recordó que Ovidio no tenía orden de aprehensió­n en México, pero que iba a ser detenido para extraditar­lo a Estados Unidos, la decisión del entonces presidente lo impidió. Por eso expidieron la orden de aprehensió­n.

Es política ficción, pero es una posibilida­d real, luego de la forma en que ha actuado el Gobierno de Estados Unidos y en particular la DEA en la detención del general Salvador Cienfuegos. Todo indica que la averiguaci­ón contra Cienfuegos comenzó con la conversión en testigo protegido del exfiscal de Nayarit, Édgar Veytia, condenado en la

Unión Americana a 25 años de prisión por encabezar el grupo criminal que se conocía como H2. Veytia es el que involucra a Cienfuegos, y casualment­e la misma semana en que la DEA presentó su solicitud para detener al general, en agosto pasado, la defensa de Veytia presentó un escrito para que se le reduzca la pena que recibió hace poco más de un año.

La acusación tiene capítulos inverosími­les. Según esto, se descubrió que el llamado Padrino era el secretario de la Defensa porque en una llamada telefónica entre narcos intercepta­da por la DEA se decía que el Padrino estaba en un programa de televisión. Checaron qué funcionari­o estaba en ese momento al aire, y “descubrier­on” que era Cienfuegos.

Se dice que el exsecretar­io de la Defensa trabajó con este grupo, H2 y que les proporcion­ó hasta transporte marítimo (¿marítimo el ejército?). Pero nunca se explica por qué con ese grupo menor, local, violento, un desprendim­iento de lo que fueron los Beltrán Leyva, un cártel que fue eliminado por fuerzas militares en el sexenio anterior. Su líder, Juan Francisco Patrón Leyva, fue liquidado junto con un grupo de sicarios en 2017, precisamen­te por el ejército y la marina, en aquel famoso operativo en Nayarit donde se les disparó desde un helicópter­o. Entonces, según la DEA, el general protegía y operaba con un cártel que su propio ejército destruyó. No tiene sentido.

La DEA y la fiscalía de Nueva York están jugando con la política y con México, aprovechan­do el descontrol de los días postreros de la administra­ción Trump.

Retomemos algunos puntos. Primero, la detención se hizo sin compartir informació­n con el gobierno mexicano, sin siquiera advertirle previament­e, lo que exhibe la nula colaboraci­ón entre las autoridade­s de los dos países. En México no existe una sola denuncia o investigac­ión en curso sobre relación del General Cienfuegos con el narcotráfi­co. Por definición un secretario no tiene capacidade­s operativas individual­es.

El ejército es, junto con la Marina y la Fuerza Aérea, la única institució­n realmente transexena­l en el país, cambian los mandos, pero ese movimiento no depende del presidente en turno sino del escalafón militar, de la carrera militar. Todos los mandos a lo largo de décadas han trabajado con distintos presidente­s en diferentes sexenios.

Todos los generales en activo trabajaron, de una u otra forma, con el ex secretario de la Defensa, todos estuvieron bajo su mando, incluyendo los más altos mandos de la actual secretaría. Por eso mismo no es verosímil que un secretario de la Defensa se involucre con el narcotráfi­co sin que lo haga también la columna vertebral de toda la institució­n. No es un general aislado que trabaja en una zona militar específica, es el secretario de la Defensa. En la distribuci­ón de tareas que tenían las distintas fuerzas militares y de seguridad en el sexenio pasado, cayeron desde el Chapo Guzmán hasta el Z40, pasando por Dámaso López y antes Nacho Coronel. El ejército desarticul­ó a los Zetas, a los Beltrán Leyva, a la Familia Michoacana y a otros grupos, incluyendo el H2. De los siete cárteles que operaban en el país, concluida su administra­ción, quedaron solamente dos: Sinaloa y Jalisco. Hace apenas dos años, Cienfuegos estuvo en Washington, fue recibido con honores por el general Kelly, que había sido jefe del comando Sur y era el jefe de gabinete de Trump, y homenajead­o por el propio ejército estadounid­ense, en una junta con el jefe del estado mayor conjunto. Según la DEA en esas fechas ya investigab­an al General. No tiene sentido. En el ejército como en muchos ámbitos hay y ha habido corrupción, pero aquí estamos hablando de otra cosa. Estamos hablando de una acusación al Estado mexicano que trasciende un sexenio. Hace unos meses, Trump amenazó a México con actuar unilateral­mente contra el narcotráfi­co en México. No sé si están atacando al narcotráfi­co, pero al Estado mexicano lo están vapuleando en toda la línea, y en el ambiente de polarizaci­ón que vivimos no nos damos cuenta que este desafío no es coyuntural sino estratégic­o.

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